clausura del puerto de Buenos Aires.
Como réplica a este pacto entre autoridades de la metrópoli y comerciantes peruanos, los comerciantes porteños le daban la espalda al sistema monopólico comerciando con ingleses y sus aliados portugueses en forma ilegal.
En 1620 se estableció la Aduana Seca en Córdoba para detener a través de gravámenes sobre las mercaderías en tránsito el contrabando de productos y dinero entre Buenos Aires y las provincias del Interior. Por su parte, las localidades de la subregión rioplatense del Litoral, como Corrientes, Goya y aun Asunción permanecieron como meros mojones de la autoridad española, abandonados en medio de una vasta selva.
Fue casi inexistente el apoyo exterior para la defensa de la región; en Paraguay, las milicias debieron autoabastecerse de sus monturas y armas. Los botes que atravesaban la región estaban forzados a vender en pequeños convoyes como única protección ante los ataques de las canoas indias.
Estos ejemplos constituyen una prueba contundente de la falta de interés de la metrópoli hacia la región rioplatense.
Si bien se adoptaron algunas medidas aisladas para autorizar el comercio de Buenos Aires con Brasil (harina, carne y sebo a cambio de ropa, calzado, ferretería y otros artículos) (por ejemplo, en los años 1602 a 1608, y 1614 a 1619), éstas no constituían un paliativo suficiente para los intereses de comerciantes y consumidores rioplatenses. Además, el lobby de los comerciantes peruanos desbarató un intento de don Manuel Frías, procurador general de las provincias del Plata, por obtener de la Corona española una autorización para que Buenos Aires comerciara con Brasil y España.
Por las razones anteriormente apuntadas, la medida adoptada por Cevallos en septiembre de 1777 quebraba los esfuerzos de los comerciantes peruanos por estrangular la vida comercial del puerto de Buenos Aires, que había nacido y crecido a partir del contrabando y la vinculación con Gran Bretaña.
Los historiadores clásicos destacan que la caída de la Junta de Sevilla en manos de Napoleón fue el detonante que aprovecharon Mariano Moreno y Cornelio Saavedra para impulsar el movimiento de mayo. Desde el 14 hasta el 25 de este mes, en 1810, ocurrieron una serie de hechos que finalizaron con el nombramiento del gobierno sin el virrey: la Primera Junta.
Los historiadores rioplatenses nunca pudieron finiquitar el debate sobre cuáles fueron las ideas y motivaciones que inspiraron “a los notables” de Buenos Aires para expresar el grito patrio en aquella jornada revolucionaria del 25 de mayo de 1810.
Entre relatos de profesionales, militares, masones, contrabandistas, jesuitas recién expulsados, los argentinos fueron formándose una idea romántica de lo que pasó en el Cabildo Abierto (que no era tan democrático, más bien fue oligarca), pues sólo fueron citados a la asamblea aquellos que tenían propiedades, mientras el pueblo quedó esperando fuera de la plaza.
La mayoría coincide que el detonante revolucionario no fue más que la caída de España en manos de Napoleón Bonaparte y resta importancia a otras posibles influencias que sí jugaron destacados papeles en las luchas contra las tropas reales españolas y en la organización nacional.
Oficialmente está definido que la semana de mayo comenzó el 14 con el arribo al puerto de Buenos Aires del barco Misletoe, de bandera inglesa, que traía noticias frescas del viejo continente.
Los periódicos de época, escribieron que la Junta de Sevilla, último organismo de Gobierno español cayó en manos de Bonaparte que pasó a gobernar gran parte del territorio ibérico.
Tal como ocurriría hoy en día con una noticia referida a un escándalo político, la población se agitó y comenzaron los movimientos patrióticos que no podían ser aplacados fácilmente porque los militares estaban amotinados.
El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, que poco tiempo antes, (15 de julio de 1809 en Colonia del Sacramento, hoy Uruguay) había reemplazado a Santiago de Liniers, rechazado por ser de origen francés y posible aliado a los napoleónicos, intenta frenar la ola con un reflejo rápido.
Cisneros emitió el 18 un bando donde le exigió a la población calma y lealtad a la corona española con el objetivo de que no ocurran hechos tormentosos en el Río de la Plata.
En aquella época el virreinato estaba dividido en ocho intendencias: La Paz, Cochabamba, Charcas, Potosí, Paraguay, Salta, Córdoba y Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad directa del virrey: Montevideo, Misiones, Chiquitos y Moxos.
La lectura del edicto real movilizó a los criollos, que ya habían analizado particularmente la información llegada de Europa, solicitando a las autoridades que se les permita realizar un Cabildo Abierto para tratar la situación.
En esta movilización popular es donde comienza y se desarrolla la jugada política y militar que terminaría formando la primera Junta de Mayo como gobierno provisorio hasta que asuman las nuevas autoridades en la península ibérica.
Notables como el brigadier Cornelio Saavedra, nacido en el actual territorio boliviano y el bonaerense Mariano Moreno fueron los encargados de hacer madurar precipitadamente los aires de libertad.
Ambos eran comerciantes, con la diferencia de que Saavedra entró a los cuadros castrenses durante la resistencia y posterior reconquista de Buenos Aires a las invasiones inglesas a fines de 1806, cuando fue nombrado comandante del cuerpo de voluntarios que conformaron el Regimiento de Patricios, por ser todos nacidos en América.
Saavedra tuvo un rol muy importante durante los años posteriores a la invasión, durante la semana de mayo y en los primeros años de la emancipación de la patria madre.
A comienzos de 1809 un grupo de comerciantes y milicianos encabezados por Álzaga intentaron remover a Santiago de Liniers sin éxito en este intento.
Saavedra y sus soldados dieron un respaldo muy fuerte al virrey que sobrevivió.
Pero no faltó mucho tiempo para que el Gobierno de Sevilla resuelva destituirlo nombrando como nuevo encargado del Río de la Plata a Baltasar de Cisneros.
Moreno, también comerciante y de una fuerte ideología liberal, comenzó su carrera política unos años antes cuando logró entre otras cosas, desarrollar muy fuertemente las iniciativas económicas implementadas en 1777, por el entonces recién nombrado primer Virrey del Río de la Plata, Pedro Antonio de Cevallos de abrir el comercio de las colonias del sur con la Metrópolis eliminando el absurdo y perjudicial régimen de monopolio comercial.
La presión del joven criollo y la desesperación del Virrey Cisneros para conseguir nuevas mercaderías que ya no llegaban de España, que estaba en manos de los franceses, obligaron a decretar la práctica de libre entrada de mercaderías.
Este decreto significó un gran roce con las factorías de algunas intendencias y ciudades del interior que durante la etapa del monopolio podían competir, aun, contra el contrabando, las importaciones o las exportaciones de Buenos Aires, que manejaba el puerto y la aduana.
Entre las zonas que perdieron económicamente figuran Corrientes y Misiones que fueron las grandes perjudicadas por la apertura del puerto de Buenos Aires.
Algunos años después, estas provincias, quedaron relegadas del desarrollo general argentino.
Variadas fuentes históricas sostienen que por la importante pérdida de su poder industrial muchas familias correntinas no apoyaron el movimiento de Saavedra y Moreno y años más tarde apoyaron sí, a José Gervasio Artigas, el caudillo uruguayo.
Tras el decreto de libertad económica y comercial, Moreno quedó tan bien posicionado dentro de la oligarquía porteña, que se transformó en el alma de la revolución de Mayo, pero no fue la cabeza visible.
La semana patriótica siguió el 20 con una reunión donde Cisneros y los dirigentes pactan como iba a desarrollarse el cabildo abierto exigido por los ciudadanos.
El 22 de mayo la asamblea define que el virrey debería ser depuesto.
Aquí es donde ocurre una de las mayores curiosidades, el 23 de mayo, Cisneros logra quedar como la cabeza de la Junta que manejaría los hilos del poder de la nueva patria.
El 24 una importante movilización popular indignada con el nombramiento copa los alrededores del Cabildo y exige que se revean las definiciones tomadas un día antes.
El histórico 25 de mayo, se acuñó la frase “el pueblo quiere saber de qué se trata” y pocas horas después una nueva junta encabezada por Saavedra e integrada por Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Miguel de Azcuénaga queda al mando del destino de las provincias del Río de la Plata.
Los antecedentes que hubo en las provincias
Las provincias del Río de la Plata, mucho antes de 1810 plantearon la independencia de las colonias inspiradas en la idea de la madurez política. Todos los movimientos fueron aplastados.
Una de las principales corrientes independentistas llegó de la mano de los jesuitas que habían instalado el gobierno en las zonas de Paraguay, Misiones, Corrientes llegando incluso hasta las costas de Colonia en la estancia de Las Vacas, luego Calera de las Huérfanas.
El fin de la corriente terminó con la