Tiquismiquismo
Aunque he inventado para la ocasión este palabro, su significación es evidente. ¿Son importantes esos (aparentemente) pequeños detalles?
Comienzo por un caso que me ocurrió el otro día. En un establecimiento de ropa al que suelo ir cada temporada, la chica -que habitualmente es muy amable- nos da una contestación regularcilla, siendo benévolos. ¿Es importante?
Como se suele decir, la confianza cuesta mucho construirla, pero es muy fácil destruirla. No obstante, como en anteriores ocasiones nos habían demostrado un buen trato, se puede considerar que simplemente tenía un mal día.
Yo tenía una imagen positiva de la tienda, que ahora ha quedado empañada, y la balanza se irá hacia uno u otro lado dependiendo del trato que reciba en el futuro. Sin embargo, si fuera la primera vez que iba, posiblemente no volvería más.
¿Soy un tiquismiquis?
Otro caso. Suelo pasar cada cierto tiempo al lado de un taller de una conocida marca francesa de automóviles –y hasta ahí puedo leer-. Aunque evidentemente el taller no equivale exactamente a la empresa, como concesionario la está representando, así que la gente identifica al taller con la marca y con lo que representa.
Cada vez que paso por allí, la vista se me va al cartel que anuncia: talléres (así, con un acento bien grande en la “e”). Es posible que los conocimientos de ortografía del gerente del concesionario no tengan que ver ni con la habilidad del personal para vender vehículos ni con los conocimientos de los mecánicos y chapistas para arreglarlos. Aun así, viendo ese cartel me entran dudas sobre si compraría allí un coche. Sí, quizás soy muy quisquilloso, ya lo sé.
Por cierto, lo de la empresa de rotulación que hizo el cartel, para nota.
Para quien le parezca que este último ejemplo es un poco exagerado, voy con el tercero. Al principio de mi trayectoria profesional, una de mis tareas era la elaboración de un folleto publicitario. Cuando hice el primero, me acuerdo que estuve mirando una gran variedad de ellos para inspirarme de alguna manera, y cuando presentamos el primer boceto, la reacción de la mujer del jefe fue: “Parece el de Carrefour”. Para mí era un piropo, claro.
En aquella ocasión, recuerdo que me llamó la atención que era muy raro encontrar un folleto que estuviese libre de errores tipográficos o faltas de ortografía (si a alguien esto le parece muy extraño, puede hacer la prueba).
Hoy en día, de vez en cuando todavía tengo como entretenimiento cuando leo un folleto buscar los defectos (sí, ya me imagino que no es un pasatiempo muy habitual, pero normalmente no hace falta pararse mucho para encontrar alguno).
Aunque a veces se me resisten, suelen aparecer. Pero casualmente –o no tanto- los que suelen estar más libres de errores son los de las empresas punteras y posicionadas en la calidad.
Por poner un ejemplo, es mucho más difícil encontrar los fallos –si los hay- en un folleto de El Corte Inglés que en el del supermercado de la esquina. ¿Casualidad o búsqueda de la excelencia en todos y cada uno de los detalles?
Pablo Rodríguez es licenciado en Ciencias Empresariales, postgraduado en Auditoría de Cuentas y máster MBA, apasionado del mundo de la economía y la gestión empresarial. Para compartir sus comentarios y su punto de vista sobre estos temas, visite:
www.economiasencilla.com