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Portada > Literatura > Biografías > José Greco
José Greco
Posteado: 21/12/2009 |Comentarios: 0
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José Greco
por: samuel akinin
Sobre el Autor
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(Articuloz SC #1609757)
Fuente – http://www.articuloz.com/biografias-articulos/jose-greco-1609757.html
José Greco
Una historia de familia, una vida, un mundo de problemas
Era un día como cualquier otro, la mañana presagiaba un día de lluvia en la ciudad de Valencia, la amenaza latente no daba indicios de que se cumpliera; así es el trópico, así ocurría ese día, hasta que sonó el teléfono.
Me encontraba en una reunión de suma importancia en la empresa en la cual prestaba mis servicios y aunque le había dado instrucciones a mi secretaria para que no nos interrumpieran, ella, luego de tocar, sin esperar respuesta alguna, abrió la puerta y me dijo: -señor José, tiene una llamada telefónica- le dije que la contestaría luego, ella, insistió, es urgente, es sumamente urgente. Miré a mis compañeros de trabajo, no hubo necesidad alguna de hacer comentarios, todos entendían la premura y denotaban su entendimiento. Salí de la reunión y atendí la llamada, del otro lado de la línea, pude escuchar: -Hola José, te he estado buscando, tu hermano Salvatore murió hace un par de días, lo siento-
Reconocía en su voz a la persona que me hablaba, mas, eran muchas noticias para ser digeridas de una sola vez, no lograba salir del asombro, un vacío mental me cubrió y por segundos mi mente repasó de una manera veloz lo que había sido nuestra vida.
Aquellas, fueron las lapidarias palabras que daban fin a una historia de la cual pasado aún tanto tiempo, no logro comprender.
Hice preguntas, lo único que obtuve como respuesta fue que a mi hermano a mi querido Toto, lo habían encontrado muerto en la habitación de la pensión en que vivía, su cuerpo ya daba síntomas de descomposición y en cuanto dieron aviso, llegaron los cuerpos policiales y tras ellos, de inmediato el cuerpo de Bomberos se lo había llevado la Morgue de Valencia. Por su estado, lo enterraron a las primeras de cambio.
Sin dar tiempo siquiera a una reacción, sin informar ni medir, me dirigí a la Morgue. Mi mente daba vueltas, se enfrentaban tantos recuerdos, no los podía creer. Así llegué sin dilación; comencé a hacer preguntas, no hubo respuestas, pareciera ser que me había convertido en un ser invisible, los que allí se encontraban, no me entendían, o no querían entenderme.
Angustiosos momentos que demostraban el temple que mi padre había forjado en mí. Luego, cuando mis lágrimas brotaron por primera vez, como si hubiesen generado lástima, una doctora se me acercó, portaba una carpeta, tomó con cuidado nota de los datos que le suministré y luego de una breve consulta, retornó mostrando en su rostro cierta tristeza, se dejaba ver afligida; me hizo saber que a mi hermano lo habían enterrado ya en una fosa común en el Cementerio de la ciudad de Valencia.
La angustia comenzó a hacer estragos en mi cuerpo, me sentí violado, vejado, furioso, el hombre que más admiré en mi vida había sido enterrado como un pordiosero sin que alguno de sus seres queridos lo acompañaran, dijeran algunas palabras o al menos le ofrendaran algún rezo.
A ese punto y en esos momentos, nadie vino a darme luz, no sabía qué hacer. La vida no nos prepara para ciertas cosas. Pero al hablar de cadáveres y de muertos, se me vino a la mente la posibilidad de una solución, me dirigía a una funeraria y luego de aceptar y pagar cierta cantidad de dinero, ellos cubrieron los requisitos necesarios y en un par de días se me permitió como testigo para reconocer el cadáver de mi hermano. Aquellos son recuerdos tétricos que durante innumerables noches no me dejaban dormir y que de vez en cuando se hacen presente.
Llegamos al cementerio, fue un viaje a lo desconocido, una ruta en la que no hubo palabras, el mutis fue general, y por ello noté con mucha fuerza, lo del silencio sepulcral, cuyo significado contiene algo más que una simple frase. La funeraria recomendó que fuéramos muy temprano en la mañana tanto como para no tener que encontrarnos con la gente, con curiosos que vendrían a estropear aún más lo por hacer. Y así, con los primeros rayos de sol, me vi parado frente a un espacio de terreno que quedaba en la parte final del cementerio, y al mirar a uno de los obreros de la funeraria, él como que entendió mi pregunta y me hizo saber que ése era en sí donde estaba lo que llamaban: fosa común; un par de hombres con pico y pala removían los escombros, luego de un rato y de saber que uno puede tener un vacío total en su mente, pues nada pensaba, nada veía, era algo así como estar muerto en vida, hasta que alguien me trajo a la realidad, dio un grito, diciendo –lo tenemos- acá está el hombre, acá está su hermano.- los despojos de lo que vi, me dejaban claro que no era, ése no era mi hermano, ellos insistían, me trataban de convencer de que luego de unos días el cuerpo genera ciertos cambios, repetían, que ése era. Lo querían sacar para dar por concluido el asunto, y no les fue posible por la molestia que mostré, les dije que había venido a recuperar el cadáver de mi hermano, y ése y sólo ése, sería el que ellos llevarían y enterrarían con todas las de la ley. Viéndome de la manera en que me puse, no les quedó más remedio que seguir escarbando y así