mayor. Él, sin escatimar una sola Lira, desde un comienzo había puesto los ojos en su hijo mayor, en su primogénito, por él apostaba todo su futuro y en especial el de sus descendientes. En la mente de mi padre se forjó una idea fija, quería que sus nietos tuviesen o pudieran formar parte de otro estrato social. Para él era muy importante cumplir ese sueño. Y el éxito en su negocio luego de la guerra, le permitía darse ciertos lujos, como el del cambio de casa y el más importante, enviar a mi hermano a la ciudad de Bologna para que estudiara en la Universidad, en la más antigua y prestigiosa de toda Italia.
Pero volviendo a mi niñez, vienen muchos y muy gratos recuerdos, pues tuve la suerte de tener tres hermanos que por la misma diferencia de edad para conmigo, me los hacía ver como padres. Ellos, todos eran mis protectores, mis mentores y maestros. De ellos y con ellos aprendí la mayoría de lo que sé. Quiero hacer mención que aunque los alemanes tomaron nuestra casa, no los sentimos como un robo o algo por el estilo, sabíamos que era un pacto que existía entre Italia y Alemania, estábamos en guerra y por desconocimiento o por lo que otros con más conocimiento de causa puedan nombrar, para nosotros era algo normal, inclusive puede dar testimonio de que en lo particular, conmigo ellos se portaban bien, los trataba como se trataba a los mayores en aquella época y de lo que hacían o decían ellos, yo, estaba completamente ajeno.
Los días transcurrían tranquilos, nuestro aeropuerto, me refiero al de Comiso, de a poco pasó a ser importante, por días se notaba el incremento de los vuelos, y ya era un pasatiempo, ver como salían o aterrizaban los aviones, los uniformes que vi, durante esos años eran dignos de recordar, pues los alemanes y hasta nuestros mismos oficiales, demostraban gran glamur y al dejarse ver en las calles, ellos se mostraban cual si fuesen a desfilar, de punta en blanco como dijera mi mamá, que Dios la tenga en su Santa Gloria. De esta época uno puede decir que vivimos el crecimiento y luego la caída del régimen, pues también recuerdo luego de la guerra, que en mi casa dábamos comida a las gallinas poniendo el alimento en los cascos de los alemanes. Los empleábamos como platos para animales, para eso y para colocarles una cantidad de agua. Ver hoy esto, es como darse cuenta de la caída de aquel poderoso imperio que se vino a bajo de un modo inimaginable.
Les he hablado algunas cosas de mis padres, ahora me referiré a mi hermana quien era la mayor de todos, Giovanna era una mujer chapada a la antigua, con un padre férreo en tratos y costumbres, aunque a ella, se le conocía un enamorado por más de ocho años, mi padre no lo aceptaba, hay que ver y entender que en ese entonces en una Sicilia conocida por el carácter fuerte de los hombres y su estilo de mando, ninguna mujer por atrevida que fuese, quedándose a vivir en el mismo pueblo osaría casarse sin el consentimiento del padre. Y esto fue lo que le ocurrió a mi pobre y abnegada hermana. Ella se veía con su enamorado por varios años, era una relación como de tórtolos, pero carente de cualquier futuro.
Carmelo era el hombre que mi padre hacía trabajar hasta el cansancio, de algún modo, y sin que todavía pueda yo saber el por qué, él había sido escogido como el peón, pues todo trabajo duro le era encomendado y creo que mi padre, no sentía por él algún tipo de lástima, este era el hijo escogido por mi padre para seguir su trabajo; el de mi hermana el de encargarse de las cosas del hogar, ayudando a mi madre y en lo concerniente a mí, debía estudiar, hacer lo mimo que Toto.
Carmelo aprendió a ser hombre antes de lo normal, y dentro de esto, como el mismo título dice, se ocupó de conocer, tratar y estar con cuanta prostituta hubiere en nuestro pueblo, le encantaba luego del trabajo quemar su rabia con ellas y también en el alcohol. Pero puedo decir en su defensa que jamás contestó o le negó alguna orden a mi padre, aunque en lo físico era superior, su mentalidad de buen hijo no se lo hubiera consentido. Era la vida a la que estábamos acostumbrados en la Italia de posguerra. Era la manera lógica de vivir, tal y como la gran mayoría hacía.
Como les dije Salvatore, (Toto) quien era dieciocho años mayor que yo, vivía en Bologna, y en mi casa se sentía el orgullo con cada carta que recibíamos de él, cada letra, cada mensaje era leído por mi padre con, hasta se podría decir, algo más que admiración, había un respeto. Me adelanto en el tiempo y llego al momento más feliz de mi hogar, la fecha en que todos salimos a Bologna a la graduación de mi hermano, se logró graduar con honores como Ingeniero Químico. Pareciera íbamos a una boda, todo fue calculado, todos andábamos de estreno, mi padre no iba a permitir que otros jóvenes dudaran de la calidad de la familia Greco, el nombre estaba en juego, al menos eso se barajaba en su mente.
Eran años duros, recuerdo que para estudiar, los muchachos salíamos a la calle y bajo una farola aprovechábamos la luz, en mi caso específico, fue peor, pero eso lo veremos cuando me toque relatarles esa parte. Ahora reviviendo la época debo decirles que por la escases, y todo lo que encierra una Europa de posguerra en un país que de algún modo estuvo enfilado con los perdedores ante este cuadro, y quizás por ello, a una petición de Venezuela de un Ingeniero Químico, la Universidad de Bologna propuso a mi hermano para el cargo. Era una oportunidad muy interesante, el nombre de Venezuela sonaba a país tropical, creciente, por desarrollar, con enormes riquezas, con cierta fama por lo del oro, el petróleo y tantas otras cosas, además mi padre ya había escuchado de algunos emigrantes que de América, sin tomar en cuenta de cual de las Américas, los paisanos mandaban mucho dinero a sus familias, era como si se contase con una invitación al Dorado.
El tiempo para decidir fue muy corto, pues con el cruce de miradas, entre mi hermano y mi padre, fue suficiente, ya el futuro estaba marcado y decidido, él se iría a trabajar con la nueva fábrica que se estaba desarrollando en Valencia, Sanitarios Maracay, mi madre no estaba muy de acuerdo, sentía que la familia se estaba por primera vez desmembrando y su alma le hacía ver que esto no sería nada bueno. Prevaleció la decisión de mi padre.
Nosotros regresamos al pueblo, mientras mi hermano se quedó unos días más para solventar algunos asuntos pendientes. Entre ellos, el de una relación que durante más de tres años mantenía con una novia, ella era la hija de la dueña de la pensión en que vivía. Cuando ella se enteró que marcharía lejos, le hizo ver de las promesas con que ella alimentó durante tanto tiempo, le dijo que no era justo la dejara y no hiciera honor a ese amor. De algún modo lo convenció y se casaron con todas las de la ley, una vez pasados los días de fiesta, Salvatore le hizo ver de que ambos vendrían a vivir a Venezuela, ella se negó rotundamente, le dijo que eso no estaba en sus planes y que el país al que marchaba, era aún un sitio no muy seguro por lo que recomendaba se fuera él un par de años, hiciera fortuna como la mayoría suponía se podría hacer y luego retornara a vivir en el lugar y con las condiciones a las que estaban ella, y su familia acostumbrados. Bueno, viendo que ella no daría su brazo a torcer, no le quedó más remedio que dejar a su reciente esposa y arrancar en esa aventura, solo.
Para no hacerles perder el hilo y no hacerlo más complicado de lo que es, pienso que debo seguirles contando lo que ocurrió con mi hermano. Él llegó, se estableció, le gustó por lo que decían sus cartas, y de la misma manera que crecía la fábrica así le fue a él. Pero al cabo del segundo año. Ya casi finalizando el mismo, perdimos todo tipo de contactos con él. En mi casa se pensaba lo peor, temíamos que algo malo le hubiese sucedido. Y en este sin vivir, mi padre sin más miramientos, luego de hablarlo en una cena, tomo la determinación de mandar a mi hermano Carmelo en su búsqueda.
Sabíamos lo que estaba sufriendo, mi padre no podía vivir, sus horas de sueño se habían agotado y el malestar era no sólo en nuestro hogar, mi cuñada llamaba a cada rato, extrañada, preocupada, temerosa; la mezcla era explosiva. Y así fue que un día partió Carmelo rumbo a la América en pos de saber de su hermano.
Las comunicaciones no eran las de hoy en día, y hasta recibir respuesta vía correo, pasaron unas tres semanas antes de saber de Carmelo, pero luego con su carta, nos tranquilizamos. Las noticias sobre mi hermano eran buenas de un modo y malas de otro. Buenas pues estaba vivo, nada en lo físico le había sucedido, pero de algún modo se había empatado con una mujer húngara quien era diez años mayor que él, ella se desempeñaba como la primera esposa y casualidades de la vida, era la ama de llaves del Hotel Maracay donde él se hospedaba, pero no terminaba allí, se habían casado y tenían un hermoso niño, lo llamaron Giovanni (Vanni). El mundo se venía abajo. Mi hermano Toto había cometido adulterio, cosa que en la Italia se castigaba con largos años de cárcel.
Esta noticia fue casi mortal para la idea y los sueños de mi padre, pues Salvatore se había convertido en un Infractor de nuestras leyes y de regresar a Italia sería detenido y puesto preso por las autoridades, de algún modo así, se sellaba de por vida su no retorno. Mi padre estaba a punto de enloquecer. Con todo y su carácter, ya no sabía qué hacer. Sé que contestó una carta a Carmelo, pero no lo hizo con Toto. Algo de vergüenza, de rabia y temor no lo dejaba.
Carmelo en ese sentido era más práctico, en su segunda carta él fue quien dio luces y mostró el camino a seguir, su recomendación fue seguida al pie de la letra. Pues le dijo: papá tienes