un nieto precioso y creo que deberías venir a conocerlo. Palabras mágicas que hicieron su efecto y en menos de lo que uno se imagina, contando yo para ese entonces, con apenas 12 años, al poco tiempo, fui a despedir a mi padre que se iba por unas semanas y al cual en realidad, no volví a ver sino once años más tarde.
De repente sentí que esos pilares que mantenían erguido mi orgullo, se desvanecieron. Ver de una sola el vacio que me dejaron al marcharse a la vez los tres hombres que más quería: mi querido y admirado Toto, mi hermano, Carmelo, el fuerte, el hombre y, ahora mi padre, mi seguridad. Fue una pérdida que por años no entendí y, que con la muerte de Toto volví a experimentar de igual modo. Son sucesos que nos marcan de una manera inexplicable, que nos llenan de incertidumbres, que generan de por vida preguntas sin respuestas, que no permiten entender los hechos y que al final desestabilizan hasta un poco la misma cordura. Preguntas como por ejemplo, qué le ocurrió a mi familia, por qué nos vinimos, por qué tuvimos que seguir la ruta de alguien que no marcaba pautas, y no realizar que nuestras mejores vivencias las habíamos logrado en nuestra madre patria. Por qué el terreno que teníamos reservado como panteón familiar en nuestro pueblo natal no cuenta con los huesos de ninguno de los míos. Por qué luego de haber logrado adquirir una casa tan hermosa, dejamos todo por ver la posibilidad de un sueño, de otro “Dorado”. Cómo, una carrera universitaria no me permitió poder entender lo que nos iba a suceder, por qué hacíamos caso sin refute alguno a las apetencias de mi padre. Por qué mi madre no se negó. Y al final, era este fin el que nos merecíamos. Habrá que creer en un destino.
Pero volviendo a lo que veníamos hablando, al momento en que mi padre nos abandona, toma un barco y se va a la América en busca de sus hijos y de su nuevo nieto. A la llegada de mi padre a este hermoso país, muchas cosas lo enamoraron, volver a ver a su su hijo, establecido, gerenciando una gran empresa, su primer nieto, ver a Carmelo lleno de ganas de producir, trabajar y todo lo que se veía que se podría hacer en ese país. Sin ponerlo más en dudas, escribió diciendo que iba a probar suerte acá, que no nos preocupáramos, que en cuanto la situación se estabilizara mandaría a buscarnos. Si, mi padre lo hizo como lo prometió, pero esto sucedió casi once años más tarde.
Mi padre se tomó un tiempo, analizó la situación, estudió los mercados, vio las necesidades, y luego de ello, fundó la Tenería Anzoátegui. Ya mi familia tenía raíces en Venezuela y sin darse cuenta, con esta acción, él, sin querer, marcó su despedida a la madre patria. Mi padre logró encaminar su empresa, él como ya les dije era emprendedor, trabajador incansable y además contaba con mi hermano Carmelo, quien vivía a sus anchas, hacía lo que le gustaba y dominaba el ambiente farandulero de la época. Llegó a tal extremo que una de sus fiestas, conoció y se casó con una francesa, mujer muy hermosa y tuvieron una hija, Claudia, quien vive en Canadá.
Pero el tiempo corre, tanto como ya pasan diez años y nos llega la orden que debemos reunirnos con ellos en Venezuela, ya yo me había graduado en Ragusa de Ingeniero Químico. Ciudad ubicada a unos ocho kilómetros de mi pueblo, a la que iba al comienzo a en auto bus y al final en los últimos años de mi carrera por los estudios y tareas me tocó establecerme en ella hasta que me gradué. Con esa carrera, la misma de mi hermano, me sentía realizado pues le di a ambos a mi padre y mi hermano el placer de llegar a dónde ellos aspiraban de mí. Lo escribo y me doy cuenta que portaba con las herramientas y la edad como para tomar decisiones, de quedarme en Italia y de no tener que hacer lo mismo que los míos, pero no, eso no era posible, de algún modo los Greco estábamos hechos con una fidelidad que no sólo la hemos desarrollado entre familia, cuando hago un repaso a mi vida laboral me encuentro que llevo entregados más de treinta y seis años a la empresa con la que comencé a trabajar, jamás me ha pasado por la mente irme a otro lugar y quiero destacar que ofertas y buenas, nunca me han faltado; estas pudieron haber venido como asociado, de muchos modos y maneras, pero no ha sido posible, la honorabilidad y el apego a lo de uno, está en nuestros genes y está tan marcado que jamás escuché los cantos de sirenas y me siento orgulloso de formar parte del grupo en el que me encuentro. Ah, se me olvidó contarles, en el año de 1964 se quema la fábrica en la que mi hermano trabajaba para ese entonces, Resinas Venezolanas, ambos estábamos en la nómina, y nos tocó abrir la nueva compañía de Hanz Neumann, Resimón, empresa que ha cambiado de socios pero con la cual me siento como parte del inventario, como parte de la misma infraestructura, como algo mío.
Les estaba relatando de mi pobre padre, como les dije montó su empresa, elaboró sus productos, le iba bien y en el mejor de los momentos económicos se enferma, un mal que lo obliga, lo operen, nada grave, fue una cirugía simple, más se comete un error y por exceso en la anestesia muere. Tanto mi hermano Toto como yo trabajábamos en otra empresa, nuestra responsabilidad no nos permitió abandonarlas y en manos de Carmelo, la misma al poco tiempo se cerró.
Mi hermana quien dejó a su novio de ocho años, al llegar a Venezuela, se coloca, trabaja, produce, ahorra y a los dos años convence a mi padre que sólo quiere a ese hombre, al que dos años antes había dejado en Comiso, le ruega, que la deje ir, y él, ya con otra mentalidad, la entiende, y le da su bendición Giovanna retorna a Italia con un saco de sueños, llena de alegrías y contentos, se imaginaba ya casada, paseando por el pueblo toda ufana de su marido, dando al mundo unos hijos fuera de serie. Sueños mismos que se desvanecen con apenas su llegada, pues encuentra que su amor, su vida, su hombre, ya le pertenecía a otra, él, al no recibir noticias de ella, se había casado un año antes. Ella no pudo soportar el dolor, cayó enferma con un derrame cerebral, la trajimos de vuelta a Venezuela, vivió por quince años en cama hasta que murió, con ella se fue mi querida madre.
Al hablar de Carmelo debo reconocer que no corrió mejor suerte, el cigarro, agotó su corazón antes de tiempo y éste, lo llevó, murió de cancer y mi querido hermano Salvatore, como ven, cometió un grave error, se acercó demasiado al alcohol, entre todos hicimos hasta lo imposible, pero no hubo salida, mi querido y amado Toto terminó muy lejos de la meta que mi padre con todo orgullo soñaba para nosotros.
Y lleno de inquietudes me sigo preguntando, valió la pena el viaje al Dorado, mi padre cometió un grave error, lo debimos pagar todos con tanta sangre y dolor. Se justifica que una familia se desvaneciera del lugar en que vio nacer a toda una familia por generaciones y que ahora no quede sino sólo recuerdos de ellos que si no se han desvanecidos, deben de estarlo haciendo de un momento a otro.
Yo acá, vivo de mis recuerdos, me casé con Palmina Roseto, tenemos dos hijos: Sergio y Mauricio, el primero con gusto por la música y el segundo Ingeniero Electricista. Veo que el tiempo corre, que los recuerdos se borran y antes de que sea llamado y luego sea tarde como para dejar testimonio de nuestro pasado, quise compartir con ustedes y a través de mi amigo Samuel Akinin, parte de mi historia, muchas gracias.
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samuel akinin –
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