El Sshisleno Piropero
Durante el transcurso de las actividades del diario vivir para las mujeres que transitan por las calles de cualquier ciudad o pueblo de Chile, suele ser común recibir alguna calificación o pronunciamiento sobre su físico, manera de vestir o simplemente su caminar.
De esta manera, señora y señorita prepárense a vivir su experiencia en femenino dentro los parámetros sociabilizados en este país, porque no sufrirán discriminación alguna y será completamente visible como objeto de vitrina de tienda, en que nadie se preocupó o le interesó saber si a usted le interesaba participar, como también si tenía la necesidad de que alguien se encargara de recordarle su existencia, por medio de voces masculinas u otras exclamaciones dirigidas particularmente al cuerpo femenino.
Según la Real Academia de la Lengua (RAE) el piropo es un cumplido y se destaca “sobre todo el que dirige un hombre a una mujer”, por lo que desde la misma definición es apreciable percibir una relación de tipo heterosexual con una parte activa que corresponde a los varones y otra receptora pasiva que sería la mujer musa inspiradora del piropo, aunque observando más el fondo se podría develar una interacción tipo homosexual en el grupo operante conformado por los machos. Asimismo, siguiendo esta composición del piropo, desde quien la ejerce sobre quien lo recibe se establece una relación de dominio, por tanto, hay una intervención del ejercicio del poder de uno de los géneros, la que se alberga en la legitimidad social de una práctica normal y en su defecto invisible e imperceptible, como una forma de violencia sutil que Luis Bonino denomina de “micromachismos”[1], los cuales se van reproduciendo en la participación social y fortificándose en un modelo fundamentalmente desigual que se enclava en el tiempo.
Las voces masculinas en este accionar tienen como fieles representantes a los obreros de la “constru”[2] aglutinados en la masa colectiva, en una especie de competencia viril para alcanzar el reconocimiento grupal y una identidad, a través de la originalidad inspirada en el imaginario del deseo de propiedad de las mujeres en un juego de dichos verbales sin límites que inclusive se le quiere consignar dentro de la identidad cultural desde el clásico mijita y guachita rica hasta el siguiente recitado sonoro de las calles:
Tanta carne y yo sin dientes.
Que estaría haciendo dios que se están escapando los ángeles del cielo.
Quien fuera panqueque para envolver ese manjar.
Tanta curva y yo sin frenos.
Quisiera ser tarzan para ir de rama en rama hasta tú cama.
Déjame sacarte un ojo para chuparte un nervio.
Que bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas.
Quien fuera cigarro para nacer en tú boca nacer.. vivir en tus manos y morir a tus pies.
Mamita que buenas piernas, a que horas se abren?
Señora vaya con dios que yo voy con su hija.
Etc, para todos los gustos de los señores.
Sin embargo, estas frases conllevan mucho más de una simple conjugación y que en otras latitudes se le denominaría “acoso sexual” o mejor dicho de forma textual “acoso en razón de sexo”[3], ya que claramente es una especie de captura y hostigamiento rutinario violento sobre el cuerpo femenino y que por lo demás, está tipificado y establece sanción en la normativa chilena sólo en el ambiente laboral desde el año 2005 y cuya base responde al principio de no discriminación[4].
Así, en este contexto en enero pasado la Subsecretaría de Previsión Social organizó un concurso de piropos con la justificación de promover la prevención de accidentes en la construcción y animaba a su concurrencia coronando al ganador con el titulo de “El señor de los piropos” y otros premios, como podemos observar claramente explicitado en un video de promoción y las bases del concurso[5], donde es posible concluir las innovadoras medidas de acción de prevención de riesgos laborales que se aplican en Chile y por consiguiente, sus eficaces y eficientes resultados como país que aspira a tener niveles de desarrollo, pero que cae en la promoción de las desigualdades de género y en una forma de violencia como ya se mencionó.
La experiencia en femenino ante la existencia de estas expresiones en voces masculinas convoca diferentes reacciones en este juego basado en el cuerpo de la mujer, desde quienes disfrutan y añoran esta especie de rito importado de una socialización masculina, como quienes rechazan este tipo de actos en el silencio de los ánimos aletargados o el enfrentamiento verbal ante la impotencia de un abuso que se legitima con la exposición a una nueva forma de violencia, tal como se refleja en el artículo publicado hace unos días atrás de la vivencia de una extranjera que se titulaba “Gringa está chata con los piropos de los chilenos”[6], donde se relata la exposición sufrida por una joven estadounidense ante una veintena de obreros que se deleitaron gritando y gimiendo a su persona, y al momento que fue hacer la denuncia en carabineros la respuesta del policía fue “es algo normal” , por lo que sería interesante preguntarse acerca de esta normalidad en aspectos como: ¿qué pasaría si invirtiéramos los roles?; ¿Por qué casualmente esta relación no se produce desde una mujer a un varón?; ¿Las mujeres necesitan o disfrutan de los piropos?; Y que pasaría si no hubieran los piropos?.
Sin lugar a dudas, esta mirada inversa del orden sociosimbólico “No asienta los atributos de dominio, No acomoda y No causa gracia”, en el camino a la igualdad real en términos de condición y posición de los géneros, donde estas pequeñas formas de comportamientos y conductas visibilizadas definitivamente “No aportan” en la construcción de una sociedad más justa y equitativa en el ejercicio de la ciudadanía, si es que de verdad aspiramos a alcanzar un progreso sustentable.
Por Daniela Andrade Zubia.
[1] Bonino, Luis. “Micromachimos: La violencia Invisible en la Pareja”
[2] Chilenismo proveniente de los trabajos realizados en el lugar físico de una construcción.
[3] Aragón, Patricia responsable de proyectos conciliación de vida familiar y laboral, en su artículo “El Acoso Sexual y por Razón de Sexo en la Ley de Igualdad (I)” 2007, señala que “El Acoso Sexual es una conducta en la que se utiliza el poder para conseguir sexo y se utiliza el sexo para mantener el poder.
Constituye acoso sexual cualquier comportamiento verbal o físico, de naturaleza sexual que sea indeseado por parte de la persona objeto de dicho comportamiento y tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cunado se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo, mediante actitudes, manifestaciones o comentarios inapropiados.
La ley de igualdad define Acoso por Razón de Sexo cualquier comportamiento realizado en función del sexo de una persona, con el propósito o efecto de atentar contra su dignidad y crear un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo”.
[5] Bases del concurso.
http://www.mega.cl/web/Mega/concursospdf/Bases%20Concurso%20PIROPOS.pdf
www.lun.com/modulos/catalogo/Paginas/2008/02/05
Daniela Andrade Zubia es graduada del Master en «Igualdad de Género: Agentes y Políticas» en la Universidad Complutense Madrid, su experiencia en esta materia incluye desde Chile (país de origen), España y Mozambique. En la actualidad, trabaja como investigadora colaboradora en proyectos que introduzcan la perspectiva de género, a través de las políticas públicas y refocalizando el principio moderno de «igualdad» en una ciudadanía de «igualdad real» que no determine, discrimine y reesfuerce en base al sexo los roles y las relaciones sociales en sociedad. Además, coordina el blog feminista de la Ciudad de la Diosas, como el reconocimiento a la primera utopía en el sigo XV «La ciudad de las damas» de Christine de Pinzan» una Ciudad en que las mujeres fueran protagonistas y participes sin ser parte del otro.