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Estudio Sobre Ópera Flamenca De Guillermo Pilía
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Portada > Arte&Entretenimiento; > Poesía > Estudio Sobre Ópera Flamenca De Guillermo Pilía
Estudio Sobre Ópera Flamenca De Guillermo Pilía
Posteado: 27/05/2009 |Comentarios: 0
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Estudio Sobre Ópera Flamenca De Guillermo Pilía
Sobre el Autor
Teresa Domingo Català nació en Tarragona en el año 1967. Es licenciada en Ciencias Políticas y Sociología por la UCM. Es miembro de la tertulia de poesía Mediona 15. Ha publicado Iris de Sombras, Loliloquios, La nieve, los ángeles, Un amor que palpita solitario, Sonetilandia, El Gravitar del agua, Compasión en el tiempo de los locos y Majar las Rosas, todos ellos libros de poesía. Su obra poética está recogida en diversas antologías. Ha publicado en diferentes revistas de Internet poesía, cuento y teatro. Ha sido entrevistada en El oro de los tigres.
Tiene en su haber varios premios literarios, entre el que destaca el Premio Nacional de Poesía José Zorrilla, (Valladolid, 2006). Ha sido jurado de varios premios como “El verso digital” y el concurso de cuentos de Constantí. Recitó en la FNAC de Diagonal Mar en Barcelona, en el Centro de Arte Moderno de Madrid, y en la Casa de América, junto con otros poetas. Recientemente ha presentado su último libro de poesía en tierras bolivianas, en la Embajada de España en La Paz, en la Feria del Libro de Cochabamba y en el AECID de Santa Cruz de la Sierra (octubre de 2008).
(Articuloz SC #940205)
Estudio sobre Ópera Flamenca de Guillermo Pilía
La poesía de Gullermo Pilía es una poesía clásica en su fondo y en su forma. Sus temas, en Ópera flamenca, son la infancia, la muerte, el paso de la niñez a la edad adulta, el viaje interior hacia aquel niño que fuimos, inocente, candoroso, que da paso a la madurez con la pérdida de la inocencia que ello supone, un niño destinado a ser adulto y a, inevitablemente, morir. La primera parte, Fuentepiña, es un paseo por la infancia, por los recuerdos de aquella edad en que los niños viven en las sombras sin temerlas. Acaso porque ellos mismos, con su intuición todavía no contaminada por la edad, sean en parte habitantes de las mismas. Pero ciñámonos a los poemas de Guillermo, hábilmente trabajados con un endecasílabo fluido, exacto y lleno de significantes. El primer poema del libro se titula Nazarenas de palabras, que juega con dos significados: por una parte, en Argentina, nazarenas son espuelas grandes que utilizan los gauchos, y, también, nazareno es aquel que desfila en Semana Santa, es el penitente que participa en las procesiones. No hay que olvidar que parte de este poemario transcurre en Andalucía, donde la semana santa representa el simbolismo cristiano y la devoción popular. Cuando era niño era perpetuo el verano porque la infancia era la edad sin espacio ni tiempo, sin conciencia y sin relojes, la edad sin fisuras en el muro del mundo. Yo me pregunto: ¿puede haber una mejor definición de infancia? Todos sabemos cómo transcurre el tiempo en la niñez: parece eterno, los días son largos, las semanas extensas, los años se eternizan. Y acaba esa edad y el tiempo empieza a correr, aparece la persecución de los relojes, en tanto que el tiempo establece una carrera con nosotros, carrera que estamos destinados a perder. En la infancia la casa es del tamaño del mundo porque en la casa se ve reflejado el mundo entero, el mundo de las luces – el mediodía, el exceso de la luz – y el de las sombras- el anochecer, los murciélagos- y el poeta nos afirma, en medio del poema: Yo estaba acostumbrado en esos días /a dormir sin temor junto a los muertos/ y me había olvidado –o ignoraba -/ las formas de habitar entre los vivos. Hay una gran carga de profundidad en estos versos, que a la vez son sencillos y fáciles de comprender: el niño se encierra en un mundo mágico, donde el alma de aquellos que murieron habita en la casa del tamaño del mundo. Y como el niño no tiene miedo, le es sencillo compartir su espacio con estas almas. Lo que no conoce, quizá por timidez o por falta de costumbre, es vivir entre los vivos. Porque a veces la vida produce más temor que la muerte. Hay que tener en cuenta también que los niños no suelen temer la muerte, porque no tienen conciencia de ella. Y a esta visión infantil se contraponen los versos que empiezan a construir una realidad adulta: Pero era necesario balbucear /instante por instante, silabear/ ademanes y pasos con espuelas. La palabra, el aprendizaje de la lengua, es la que nos hace adultos. Mediante el lenguaje, somos capaces de separar el sueño de la realidad y de colocar en su sitio las diferentes vertientes de la realidad. Y esa realidad se construyó de forma tan firme que el poeta afirma: fue necesario aguardar casi todo /el resto de mis tardes, de mi vida /, para recuperar ese recuerdo. El poema finaliza diciendo: Por eso necesite abarrotarme/ de gestos y palabras, de otros sueños / para aprender a habitar entre vivos. Por eso esas nazarenas de palabras: esas espuelas de palabras, ese aprendizaje de la edad adulta, es la que nos permite vivir en la realidad, pero debemos pagar un tributo: la pérdida de la inocencia. En el segundo poema, Casamundo, hay un verso recurrente: Todavía esa casa en que viví / era y es, en esencia, en lo profundo/ la misma que fui lejos a buscar. Y hay una