luz de otoño celestial
Crece el árbol de la sabiduría,
Un poema de amor y poesía
Dios en El y en el alma espiritual.
Sí existe el Paraíso terrenal
Verdad de la verdad, su alegoría,
En realidad no es sólo fantasía
El árbol de la vida es inmortal.
.
El árbol de la Vida es infinito
Esperando mi nombre quede escrito,
En el nombre de Dios si así lo quiere.
Es un árbol divino y lo que muere
No se muere en verdad si resucito,
¡Su cielo en mi raíz, lo llevo inscrito!
La luz de Dios que es su rostro y la verdad divina en la eternidad, es actualmente la plenitud frondosamente luminosa del otoño en el mundo en este árbol de la vida humana y divina que es el árbol de un nuevo Paraíso sabiduría sempiterna del mismo Dios crecido y maduro en el jardín que ha vuelto a florecer en beneficio del hombre que siendo Dios ha participado de la naturaleza humana para dar gloria perenne e inquebrantable a la honra de su Padre a quien pertenece lo que Jesús ha llamado y declarado no pertenecer a este mundo sino a Él y a su Padre en el reino de los cielos. Esto no quiere decir que nos excluye sino todo lo contrario todos y cada uno de nosotros seres humanos con alma inmortal somos objeto de su posible elección siendo llamados al Reino donde el mayor y verdadero orgullo es el de que nuestro nombre florezca en las hojas escrito en el Libro de la Vida.
La gran espera
Soneto
Espíritu y materia en mi conciencia
Estructura del yo mi ser consciente,
De mi vida y el mundo en mi existencia
Al tiempo y al espacio estoy presente.
Yo y mi vida en el mundo persistente
Los instantes de ser, yo y ml presencia,
Vivir lo encuentro en mí y me miro ausente,
Morir, comprendo allí la diferencia.
Mi conciencia es el punto de partida,
Los instantes viviendo de la vida
Pronostican sin duda que me muero.
Es amor a la vida lo que quiero
Teniendo que morir. Se lo que espero,
¡La promesa de Cristo y su venida!
El nuevo orden de la naturaleza divina incorporada a la epopeya y a la historia del hombre no excluye sino presupone el orden de la naturaleza humana para establecer un intercambio reciproco que entrelaza lo humano que ha sido creado y lo divino increado que se derrama de la abundancia de su plenitud en el hijo de Dios hecho hombre y la vida divina viene a nosotros haciéndonos participantes en nuestra vida de ambas suyas la divina y la humana. Después de creer y esperar la promesa y desear amando a su manera su venida es la respuesta que Cristo exige y la disposición que necesita de nosotros para identificarnos como suyos y reconocernos ante su Padre eternamente como nosotros debemos reconocerlo consientes de actuar todos los días de nuestra vida en este mundo de acuerdo a su placer conforme a su ejemplo dado que exige ser imitado y compartido sintiendo internamente su presencia mística hasta el regreso suyo anunciado prometido y esperado. Es la gran esperanza.
Todo un grito inmortal
Soneto
Tanto quiero mi vida y la regalo
De raíz con su fruto y todo el agro
Y el jardín, que florece tu milagro,
Libertad sin igual, libre del malo.
El paso de morir contigo escalo
Raudo vuelo en azul o el cielo magro,
Con todo cuanto soy a ti consagro
Sin fondo el corazón, profundo calo.
Vivo y muero a la vez y me destruyes
Arrancando y plantando, ¡reconstruyes,
Mi esperanza y mi fe es un grito ciego!
Me desnudo ante ti, todo ego luego
Soy el alma inmortal que no rehúyes,
Si de Cristo me visto, ¡jamás huyes!
El grito más profundo es el de la conciencia de nuestro yo como persona consciente de la vida ante la muerte. Jesús el mejor amigo de los hombres se sometió a esta experiencia humana por complacer
los designios de su Padre y el interés de la humanidad. Explícitamente enfatizó su libertad para tomar la vida como para entregarla por el motivo más noble y la generosidad sin límites. La conciencia de ese yo que los teólogos llaman unión hipostática en cuanto su persona divina lo es para ambas naturalezas la divina y la humana, esa conciencia de vida estrictamente dada por su Padre que lo engendra haciendo de la misma vida divina un don divino, esa vida y esa persona hacen entrega y donación amorosa desde las entrañas del ser cuya raíz es eterna y temporal para convertirse en holocausto perfecto y digno de Dios y de la redención. El Padre se merece a Cristo en oblación para el bien de los hombres en el sentido absoluto del bien por excelencia que es la vida eterna. El yo como persona no es el yo del egoísmo sino todo lo contrario, es entrega y donación total. Nadie como Cristo ha hecho nada semejante, como Dios y como hombre. EL es el mejor amigo de Dios y de los hombres. Lo que yo he hecho nos ha ordenado hacerlo también nosotros compartiendo con El, amor, vida, muerte y resurrección. Identificándonos como El, eso nos pide y su Padre es capaz de amarnos como a su propio hijo viéndole en nosotros revestidos de su presencia en el fondo de nuestra persona y de nuestra alma.
Dios y la introspección del ser
Soneto
Las cosas no son Dios aunque está en ellas
Con su ser en el ser del universo,
Presente con su ausencia al mal perverso
Nada tiene que ver con sus querellas.
Dios eterno camina y deja huellas
A ritmo de huracán o viento terso,
De acuerdo a la medida de su verso
Mide tiempo y espacio y las estrellas.
Realidad del ideal y en su eminencia
De raíz afianzado a su presencia
Perfección de su máximo optimismo.
Y en la cumbre del ser de su existencia
Dios es más en su ser, ¡divino abismo
Adentrándose en si donde es El mismo!
Hipercósmica luz
Soneto
Es la fuerza de Dios inteligente
Y el cosmos y la noche en sinfonía,
Que al filo de la luz rebana el día
Espada de dos filos en la mente.
Al filo de la luz del alma mía
Su universo profundo internamente
Necesario, trasciende el contingente,
Hipercósmico en odas de alegría.
Divina eternidad brota en su mano
Hipercósmico Cristo sobrehumano,
Túnel de muerte para hallar la luz.
Divino al filo dobla su testuz
Renaciendo aunque muere en esa cruz,
¡Eterno amigo Cristo soberano!
El hilo del destino
Soneto
Es la fe que ilumina el corazón,
Espíritu y materia que disputen
El bien de la verdad mientras discuten
Buscando la evidencia en la razón.
Sorprendiendo a la vista y al oído
Aunque es ciencia del arte material
La belleza es del alma espiritual,
Y le gusta a su gusto lo sentido.
En busca del destino tras su nombre
Cada instante pendiendo bajo el filo,
Espíritu y materia eso es el hombre.
Y su vida se corta como un hilo
Tal es la realidad, que al mundo asombre,
¡La eternidad, por Dios le ofrezca asilo!
Poema El siendo yo
Soneto
El se impone a la mar y a la tormenta,
Las cuerdas de su voz son su instrumento
Laúd del alma palpitando al viento,
Toda el agua en su voz se transparenta.
Desentraña su luz mi pensamiento,
Palabra musical, divina inventa
El poema de amor que sabe y cuenta,
Mi ser se aclara en El, es lo que siento.
Lo escucho en mí como la mar serena
Olvidando las olas su coraje,
Paisaje cielo y mar en su celaje.
Me siento el universo en su ropaje
Vistiendo ropa elegante y buena,
¡Amor de Dios, su Cristo me enajena!
El mejor amigo
Soneto
Nadie puede querer como este amigo
Es el hombre y es Dios que me acompaña,
Sus ojos limpios limpian mi pestaña,
Miro claro el camino, El va conmigo.
Veo que pise primero y yo le sigo
Siendo eterna verdad nunca me engaña
Siendo débil soy fuerte tras su hazaña,
Y tengo que aprender, ver, ser mendigo.
No me olvido jamás que voy contigo
Sabiendo no tener mejor testigo,
Respiro el cielo puro y no hace daño.
Agua limpia y divina al mar me baño,
Me encantan cielo y mar por su tamaño,
¡Oh perfecta amistad, a Dios bendigo!
El fenómeno de la introspección en el ser humano exige poner en acción las facultades humanas que le hacen capaz de discernir sobre sí mismo en los parámetros de su yo íntimo en juego con todas o algunas de sus experiencias conscientes o subconscientes asomándose a la pantalla del pensamiento, la conciencia y el sentimiento personal con la imagen allí, y entonces de sí como lo es uno mismo y en Dios con mayor razón, El mismo. Tratándose de la conciencia de Dios en la del hombre podemos usar la acción de esas mismas facultades proyectando lo que de Él sabemos e imaginamos, conscientes de que sobre todo lo más noble que hay en nosotros existe en El en grado eminente y de forma y modo no contingente sino absoluto y necesario. Y tratándose de