Madame Moonlight. Cap 1
Madame Moonlight. Cap 1
Directorio de Artículos Gratis
¿Porqué Publicar Artículos?
Autores Top
Artículos Top
0 && $.browser.msie ) {
var ie_version = parseInt($.browser.version);
if(ie_version Hola Invitado
Ingresar
Registrarse
Hola
Mi Portada
Salir
Email
Contrasena
¿Me Recuerda?
¿Perdio la Contraseña?
Portada > Literatura > Ficción > Madame Moonlight. Cap 1
Madame Moonlight. Cap 1
Posteado: 08/11/2010 |Comentarios: 0
|
]]>
Por edrapecor.
CAPITULO I.
INSPIRADO EN UNA HISTORIA VERDADERA.
Esta historia es verdadera; mas o menos verdadera. La escuche en la casa de la familia de mi esposa. Son retazos de su historia.. Son recuerdos de un baúl repleto de fotos. Son recuerdos de una viejecita adorable, proactiva y productiva. Yo que no fui familia siempre la recuerdo, pues termine queriéndola mucho. A veces veo a mi esposa contemplar a nuestras hijas con los ojos húmedos de recuerdos. A veces la nombramos, siempre la recordamos……
El 03 de diciembre de 1922 a la una de la mañana nacía Marina Leung Ba. Por siempre contra toda costumbre china se le llamaría por su primer nombre y luego por sus apellidos, aunque todos sabían que debería ser Leung Ba Marina, pero esos son normas tradicionales que para la época nadie quería tener y actualizar. Según lo cuenta y según la partida de nacimiento de la capilla de San Francisco Javier allá en Nanking. Su padre el señor Wang Leung, un distinguido comerciante descendiente de la familia de los Han. La guerra civil de los Barones de la guerra asolaba china. Las tropas japonesas intervenían cada vez mas descaradamente en la región. Los ingleses desde Hong Kong y en Shanghai. Por sí acaso. Pero al gran señor Wang Leung nada de eso le parecía extraordinario. El también estaba en un clan de señores de la guerra y le sacaba provecho. A veces sé oían rumores de levantamientos campesinos inspirados por los bolcheviques. Sé oía de un joven oficial del ala derechista del kuomitang que quiso seguir una línea prooccidental a pesar de haber sido entrenado en la Rusia comunista. El emperador había sido expulsado del palacio. El Señor Wang era particularmente pro-japones. Comerciaba directamente con muchas casas japonesas de Yokohama y el cónsul general era un asiduo a su fastuosa casa. Igualmente los sacerdotes belgas de la orden de los Paules eran extremadamente íntimos con él. Por eso él era un fanático católico y al nacer l NIÑA LA BAUTIZÓ INMEDIATAMENTE. Tiempos MODERNOS se insinuaban en china. No se sabía si el emperador estaba en Shanghai ó en nueva York, para lo que importaba, mucho menos a él, fascinado con la cuarta niña.
–Es un mal número–le dijo Na Li, su esposa, que con una sonrisa recibía la niña– estoy dispuesta procrear otra para que sea cinco, que es un mejor número.
–Supersticiones–dijo con alegría el gran Leun Ba–sólo el poder de nuestro señor Jesucristo es lo que importa.
–¿Por que Marina?. Es un nombre ruso–pregunto la mujer viendo arrobada la criatura.
–Algún día serán muy fuertes. Uno nunca sabe y ese nombre nos lleve directamente a un buen enlace.
–¡por dios Wang¡. Tiene dos horas de nacida y ya piensas en negocios.
El hombre besó la frente de su esposa. Un hijo es un hijo. Y no le importase en lo absoluto que fuese hembra.
Pasaron los años y la niña creciendo sana, saludable, aprendiendo de las costumbres occidentales, aprendió ingles, se defendía bastante bien con el japonés y entendía perfectamente el francés. Tenía una voz preciosa de soprano y ya marchaba por el 6to año de estudios de piano. Toda una lady.
Llegó el día en que su emoción fue muy grande. Su casa se engalanaba para recibir al representante plenipotenciario de Japón en Nanking. Ya estaba bien entrado el año 1934. Y los japoneses sin tapujo se mostraban a pesar de la masacre de los civiles chinos hecha por ellos sin ningún motivo.
El señor Leung impartió sus precisas instrucciones según el protocolo. Ningún comentario sé debía hacer acerca de los actos militares japoneses. La temperatura del sake debía ser correcta, la forma de sentarse y los sitios del protocolo. Así fue y a las 8 de la noche de una tarde de verano llegó el embajador plenipotenciario, cuadrado y grosero, unos despreciativos oficiales japoneses enmascarados en gélida cortesía, los representantes comerciales groseros y despiadados y otro joven de raza occidental que los acompañaba. Todo eso lo había aceptado el señor Leung desde años atrás; todo por los negocios y enseño a los japoneses cada uno de sus hijos. El mayor Po Leung, que pronto partiría a la academia naval de Hiroshima, renunciando a su nacionalidad china y aceptando una ciudadanía japonesa de segunda clase, mas o menos igual al status de los coreanos.
Nunca sería Vicealmirante, pero quiso ser japonés y lo demostraba con su actitud y corte de pelo. Esto hizo arrancar un gesto de aprobación de los japoneses con los labios cerrados. El gran Leung enseñó a su segunda hija, Virginia Leung, con su habito de novia del seminario católico belga de Tietsin. La joven fue saludada con una gélida cortesía japonesa. El tercer hijo no fue enseñado, pues murió víctima del tifus en al año 1927 y el señor Leung Ba presentó a Marina Leung Ba, quien pronto cumpliría sus 12 años…
Anuncio que cantaría una canción japonesa en honor de tan ilustres invitados. Los japoneses le obsequiaron un trato cortes, pero no les gustó mucho el uniforme escolar occidental y el hecho que la reverencia no fuese tan perfecta. Pero Marina Leung Ba no podría podido hacer la reverencia de acuerdo a las normas. Vio al feo embajador, vio al grosero general, vio a los serios comerciantes, vio los edecanes japoneses y finalmente vio a un joven distinto a los demás. No era japonés. Pero hablaba en japonés con gran soltura y se veía perfectamente enmarcado en medio de ellos. Marina comprobó que los cuentos occidentales sobre un tal señor cupido y sus flechas de oro era completamente verdad. Marina vio venir hacia ella y desde ese joven, una, don, tres, diez, cincuenta, o serian trescientas flechas de oro que cupido le lanzó. Fueron tantas que se desmayó en medio de la conmoción general.
II
A mediados del siglo XIX, una oleada de emigrantes chinos llegó de San Francisco en Estados Unidos, otros llegaron a Panamá