y unos cientos desembarcaron en Perú. Pequeños grupos de chinos llegaron desde panamá a las costas de Colombia y Venezuela, viviendo una vida de aislamiento total. En 1856 llegó a la guayra un pequeño grupo de 30 familias chinas, los hombres con sus largas coletas, las mujeres con sus piyamas tradicionales. No sabían dónde estaban ni entendían el idioma. No pudieron adaptarse y los pobladores aparte de burlarse inmisericordemente de ellos tampoco trataron de entenderlos. Con mucho trabajo se asentaron en Caracas, entre rechazos a pedradas de los muchachos y el asco de las mujeres. Sin embargo comenzaron laboriosamente a laborar: planchaban perfectamente, lavaban con esmero y cocinaban muy bien. También fueron víctima predilecta del dengue, la tuberculosis, los perros con malderrabia y el sarampión.
Gong Yu Ting tenía 15 años, con estoicismo y en el mas absoluto silencio fue llevada por las monjas de la milagrosa, para que trabajara en la cocina de la casa del General José Antonio Trompiz Guedez, un viejo rancio a orines y aguardientes Este general, viejo, gordo, escupidor de chimó, vivía entre todas las conspiraciones inimaginables, detenciones y líos de faldas. Veía con analítico ojo el maniobrar silencioso de Gong, le hablaba y la joven bajaba la cabeza y corriendo iba a esconderse en sus labores en la calurosa cocina. Una noche de lluvia a pesar de su defensa conoció la sucia rudeza del general, quien demostró en ella su peor cualidad. La joven lloró y pensó en suicidarse, pensó en reservarse para un príncipe de aventuras y terminó siendo violada repetidamente por ese viejo gordo y maloliente. Recibiendo repetidamente la simiente de un hombre que podía ser su abuelo. Una noche llegaron soldados y se llevaron al general preso, entre golpes, maldiciones y patadas. La joven descansó y por unos días pudo dormir en paz, aunque con horrorosas pesadillas donde veía la cara barbuda y hedionda a saliva del sátiro. Su vientre se abultó lentamente e inmediatamente fue echada a la calle como un perro, por la esposa del general. No pudo volver a su casa, fue nuevamente al convento y las monjas con ceño mas que fruncido la recibieron. Pasó su embarazo rezando a ese nuevo dios y limpiando afanosamente el piso del convento. Parió igualmente en el convento, atendida por las monjas. Gong murió de fiebre pauperal 3 días después y una nueva revolución triunfó. La puerta principal del convento voló por los aires vuelta trizas a consecuencia de un cañonazo. En medio de la humareda entró el general a caballo hasta el interior del convento con una turba de soldados. Estos hicieron una descarga de fusileria dentro del convento haciendo gritar a las aterrorizadas monjas.
–Me sabe a mierda lo que piense mi esposa. Tengo 18 hijos, cada uno de ellos tiene su mamá y cuentan conmigo que soy su papá. A ver. ¿Dónde está mi retoño?–dijo la voz del ebrio fuera de sí. Ahora era el general en jefe de una nueva triunfante revolución y llegaba a cobrar su triunfo. Nada menos que el nuevo Generalísimo Trompiz Guedez.
Al minuto recibió a su hija. Del Valle Cristina Y Trompiz Guedez. Fue reconocida por el general, criándose en la casa bajo la furiosa mirada de la esposa del general, que recordaba las facciones de India Maracucha de la joven, al menos eso creía. La joven vivió una vida tranquila y serena, y en 1877 se casó con un ingeniero Canadiense de minas y vivió en Aroa. En 1882 nació su tercera y ultima hija, después de fallecer sus dos hermanos en medio de la peste de 1880. Su última hija Dulce María Wilson Trompiz hizo en 1902 un viaje de placer al mediterráneo y conociendo a un apuesto y arruinado Conde italiano, quien se vino a perseguirla hasta Barquisimeto, casándose con está. Gracias al dinero de la joven esposa, viajaron y vivían entre los dos países a pesar de los agotadores y peligrosas travesías, pues el conde decidió que no iba a morirse de aburrimiento ni picado de culebras en una tierra tan fastidiosa y monótona. Entonces el 15 de Marzo de 1910 nació el conde Fulvio Gallipoli Wilson, en Milán, en la casa de campo de los Gallipoli, donde nadie hubiera pensado que éste retoño provenía de una silenciosa y pobre sirvienta china que murió a los 16 años en un país que nunca supo donde quedaba.
Ese Teniente Fulvio Gallipoli de 24 años, de los Barsaglieri fue el que originó ese desmayo con unos delirios extraños, haciendo que Marina Leung Ba mestruara por primera vez en la vida y que la madre de está a espaldas de su padre contratara una hechicera china para despojarla del fuerte hechizo de el cual la joven fue víctima, fracasando estrepitosamente en el intento.
Fulvio era un italiano en su estampa, en su amor al buen vino, a la pizza, a los buenos quesos madurados, a los profiteroles, a montar a caballo, aventurero y espadachín, enamorado de cuanta escoba con faldas se atravesase, cantante, amante, inteligente, alegre, feliz inmisericorde, irresponsable, mentiroso. Con mucho mas dinero; producto de la herencia de su madre, del que pudiese gastar en juegos, a los que era muy aficionado. Fue el alférez mayor de la academia y tuvo que obedecer al Duce, pero no se lo tragó. Fue a la guerra de Etiopía a los 18 años y regresó a roma para saltar de todos los balcones de señoritas, señoras, viudas y solteronas que consiguió, rompiéndoles el corazón y olvidándose absolutamente de todas y cada una. En el frío Enero de 1934 le tocó ir a Japón a aprender tácticas de infantería de Marina del ejercito japonés que se encontraba en el cenit de su violenta gloria. Por eso andaba en china, viendo el accionar de estos contra la población civil y todo lo que se atravesase. Vivía en una angustiosa emoción que le golpeaba con intensidad cuando llegó a la misteriosa y hermética china. Amó aquellas llanuras anegadas sembradas de arrozales, sus derruidos templos, sus increíbles atardeceres y en contra de sus instructores japoneses quienes le enseñaron el código del samuray, el Karate; Pero él aprendió a usar el I Ching, que también era usado en secreto por los japoneses. Degustó a placer la comida pekinesa y Cantonesa, comió serpiente y sopa de aleta de tiburón. Como mujeriego suma cum laude entendió por que Marina Leung Ba se desmayó.
–¡Ay Dios¡. Ya ni las niñas–dijo con autosuficiencia y en medio de una inmensa sonrisa, y después de darse el mismo un golpecito en el mentón apuró un caliente sake; pues a pesar del percance el señor Leung Ba no suspendió ni por un momento la recepción.
Meses después Fulvio volvió a Italia, Fue a la guerra civil española con los legionarios italianos, estuvo varias veces de vacaciones en Venezuela y hasta tuvo un tiempito para conocer a sus familiares Canadienses en la región de los grandes lagos. Ya en 1937 se mantuvo fijo en Italia, para descubrir que su patria ya no era su patria. La barbarie, la ignorancia y la brutalidad del fascismo hacia irrespirable el país.
Fulvio sintió que algo dentro de él había cambiado. Aquella lejana tierra envuelta en guerra lo llamaba día a día, es mas, hora a hora. Algo le decía que debía volver. A su vez pasó a ser un oficial veterano de guerra y muy disciplinado. Consultaba permanentemente el I ching, modifico su apartamento de acuerdo a normas de una técnica llamada feng shui y no dejaba de meditar en los rasgos de su ilustre antecesora que seriamente miraba a todo el mundo desde el inmenso cuadro de la sala de su casa allá en Venezuela y que desde aquí en Roma, e el se le antojaba que se le aparecía en los recuerdos de cada esquina de Shanghai.
II
A Marina le costó mucho reponerse. Duró tres días enferma y era vista de manera diferente por los servicios y por su propia madre. Quería repentinamente acompañar a su padre a toda las ceremonias japonesas. Parecía buscar a algo ò alguien. Y no ocultaba su decepción cuando eso no lo encontraba.
Pasaron años y así llego a 1938 y la niña a sus dieciséis años se transformo en una seria y espectacular adolescente. Fue enviada a Hong Kong a estudiar contabilidad, a lo que se dedicó con disciplina ejemplar. No pudo negar que le gustaron muchos chicos, pero algo le impedía enamorarse. No entregaba su corazón bajo ninguna circunstancia. Vio y conoció los discursos del inmenso Chang Kai seng e ingreso contra viento y marea en una hermandad secreta. Los tigres del Kuomitang. Con disciplina cumplió misiones secretas en Hong Kong y su estrecho conocimiento de los japoneses fue de gran ayuda. Leía con avidez los resultados de la guerra en Europa. Rusia sé defendía difícilmente de los alemanes y los Japoneses eran una mancha incontenible en Asia. Singapur, indochina, filipinas, Birmania y pare de contar.
Marina Leung Ba gracias a su pasaporte especial, que usaba profusamente en beneficio de los tigres del Kuomitang pudo escapar de Hong Kong, cuando los japoneses tomaron bárbaramente la ciudad. Fue en un tren de refugiados hasta Cantón y de allí siguió los 1200 kilómetros mas peligrosos de su vida hasta Shanghai,. Pero no pudo continuar. Se entero del asesinato de su padre y de la incautación de todos sus bienes por parte de los japoneses. aquella bella muchacha conoció el horror del desamparo, el hambre, la soledad y la miseria en medio de una ciudad que no conocía y en plena guerra….
III
En 1943, la guerra era un maremagnum que daba vaivenes. En Shanghai la vida era muy dura y giraba en torno a los japoneses. Los tigres del Kuomitang eran famosos y temidos. Asesinaban oficiales japoneses, saboteaban los tendidos eléctricos, volaban camiones militares,