acechaban a los informantes y traidores y colaboraban estrechamente con las guerrillas comunistas del ejercito de liberación. Sin embargo la actividad de diversión era fuerticima e importante. Burdeles, casinos, dancing estaban hechos para el disfrute de los invasores y de los colaboracionistas chinos. Shanghai era un sitio de reposo para las fatigadas tropas japonesas y los vapuleados marinos japoneses que recibían ataques sin tregua por parte de los norteamericanos en el Océano Pacifico.
En medio de las luces de neón y el blanco humo de cigarrillos norteamericanos de contrabando se destacaba una voz romántica, de mezzosoprano, cantarina, limpia, dulce y por más bella. Pertenecía a los 21 años más bellos de todo el oriente. Una nada santa Madame Moonligth, rompecorazones, danzarina, mordaz e implacable. Era la favorita de los oficiales Japoneses que se desvivían por oírla cantar y bailar. En esa noche de final de verano, pero por demás no menos calurosa, ella cantaba una canción campesina japonesa, que lloraba por el amor perdido, ese que no se va del alma y que duele en todo momento por la lejanía. Al terminar hizo arrancar aplausos incontenibles de los japoneses. Pero no estaba de humor para compartir. Madame se retiró a su sencillo camerino.
Casi inmediatamente la puerta sé abrió violentamente haciendo que la joven diera un agudo grito de puro susto.
Entró el dueño de la pierna que dio la feroz patada. Nada menos que el comandante del 3er ejercito Japonés de ocupación, el Teniente general Takeo Namura, quien pistola en mano y con un regalo en la otra, entró violentamente.
–Te vienes inmediatamente conmigo. Nos casaremos esta misma noche ò sino………..
–¿que cosa?–dijo la Madame, más tranquila, encendiendo un largo y fino cigarrillo y enseñamdole aquellas enloquecedoras piernas, disfrutando del desbastador efecto que aquella visión hacia en el Teniente General.
–Si no, me mató inmediatamente, para que mi espíritu te aterrorice eternamente
–Pero eso, bien mío, lo haces permanentemente–dijo la joven con una sonrisa, lanzando el humo a la cara del hombre que había caído de rodillas ante ella.–No necesitas matarme para aterrorizarme a cada rato.
El hombre comenzó a gemir como un niño ante el desprecio de la mujer. Esta implacable lo miro directamente y le dijo.
–Pégate el tiro. Siempre he querido ver como es un disparo directo a la cabeza.
El hombre ante la noticia soltó un río de lagrimas, para recibir una fuerte cachetada de la muchacha. Esta lo vio y con una amplia sonrisa le siguió dando cachetadas sin ninguna piedad a lo que el hombre sin respetar su uniforme no hacia ningún intento por defenderse de las burlisticas cachetadas de la joven..
–No me amas–dijo el hombre con voz trémula de dolor— no voy a seguir viviendo ni un segundo más. Me suicidare. Acto seguido llevó su pistola amartillada a la sien dispuesto a disparar.
–No puedes morir–dijo la joven enfáticamente levantándose de la silla giratoria, y acto seguido alzó sin pudor su vestido y se despojo de su bloomer, lanzándoselo a la cara del Teniente General, quien rápidamente lo atrapo y con pasión comenzó a restregárselo en su cara, secándose sus abundantes lagrimas y besándolo con incontenible pasión..
–Para mí es muy importante que sufras por mi amor–dijo la joven–Tu suicidio es un insulto a la belleza de mi cuerpo. Toda la ciudad debe saber de tu pasión y sufrimiento.
–No tolerare que seas de nadie–dijo el general aspirando e perfume del bloomer.
Dos herméticos capitanes de fragata aparecieron y Madame hizo un imperceptible gesto para que sé llevarán al hombre quien en el suelo permanecía. El hombre fue retirado y la muchacha suspiró con fastidio y cansancio. La repetitiva escena de todos los días. Quería dormir. Quería dormir mucho. Mañana tendría reunión con los tigres del Kuomitang y siempre era un riesgo ir, estar y salir de las reuniones. Vio un estuche en el suelo. Lo tomó y abrió. Era un diamante, bastante grande por demás. La joven sonrío. Seria de gran ayuda para los tigres de Kuomitang…..
IV
Fulvio continuo muy activo después de 1939. Había vivido la campaña de Etiopía y la guerra civil española. Brevemente le tocó vivir el desastre de la invasión injustificada de Grecia, pero cuando el ejercito italiano se derrumbaba a Mussolini se le ocurrió devolver a los oficiales mas veteranos inmovilizarlos administrativamente en Italia. Fulvio vio aquel aciago año 1940 y 1941. Él ejercito italiano mal entrenado, mal dirigido y peor armado se embarco para la aventura de Rusia para seguir conociendo desastres. Igual que en África del norte. Solo el desastre era evitado por el ejercito nazi alemán. Cuando ya desesperaba por la inactividad fue llamado de urgencia nada menos que al ministerio de defensa y recibió una asignación impresionante. Él ejercito japonés requería de un sistema de giróscopos mas avanzados para sus destructores. La avanzada tecnología italiana los hizo, pero puso las instrucciones en italiano. Nadie sabia Japonés. Recibió ordenes de irse en submarino hasta Japón, dándole la vuelta a África e ir traduciendo los manuales durante el viaje. Nada menos que todo el año 1941 duró en el maratoniano viaje a través de medio mundo, a 90 metros bajo el agua. Faltando pocas semanas antes del 8 de diciembre de 1942 llegó junto a un transporte japonés que pacíficamente navegaba junto al Timor Portugués. Pero allí el submarino estallo en llamas perdiéndose la tripulación y dejando a Fulvio al garete.
Y en medio de bellas geishas lo alcanzo el ataque japonés a Pearl Harbor. Fulvio no pudo volver y como Italia pues era aliada de Japón, se embarcó y estuvo en corregidor, en Bataam, en las salomon y entendió que los Norteamericanos eran un enemigo malo, tenaz, incansables y demasiados bien armados.
Por eso en el mismo momento que Madame Moon light se desembarazaba del insistente Namura, un barco hospital japonés iniciaba el atraque para descargar heridos. Venia convaleciente de una fisura mayor de las costillas el Mayor Gallipoli y en la mañana siguiente fue transportado en una caravana de ambulancias japonesas a terminar de curarse en el hospital japonés de Shanghai. Esa silenciosa caravana japonesa detenía el transito y paso frente a un desvencijado tranvía arrastrado por dos famélicos caballos. Entre los pasajeros sencillamente iba Madame Moon Light, quien vio las ambulancias dirigirse por la amplia y solitaria avenida. La muchacha suspiro. Los japoneses también eran humanos y morían. Sin saber por que sé acordó de aquel terrible día en que aquel extranjero le destrozo para siempre su corazón.
V
Horas después y a la luz de una vela, alrededor de una desnuda y pobre mesa Marina Leung Ba repartía para los tigres del Kuomitang unos panes negros, un poco de te y azúcar, una botella de sake y 1000 yenes.
–Cortesía del ejercito japonés y especialmente del Teniente General Namura–dijo la joven con sorna.
–¿que le has sacado a Namura?.
–Esta locamente enamorado de mí. Quiere casarse conmigo. Nada menos–dijo la joven conteniendo la risa.– imagínate quiere pasar por encima de la separación de razas, por encima de todo.
–Necesitamos encontrara los nombres y seudónimos de los informante chinos a favor de los japoneses–dijo la jefe de la sección, la doctora Xia Jiang, una tranquila medico pero feroz resistente.
–El teniente General es muy reservado. Lo que si se es que es verdad los rumores. La marina Japonesa tiene grandes perdidas contra los norteamericanos.
–Y eso–dijo la medico abriendo los ojos con sorpresa. No y que los norteamericanos son cobardes y negligentes?
–El general me lo confeso cuando le permití me besara los pies.
El grupo soltó la carcajada.
–Pues es verdad–continuo diciendo la joven riéndose también— Mis pies son también un arma de lucha y muy efectiva por demás contra los japoneses.
La doctora impuso silencio y anuncio.
–Estamos planificando un ataque contra el casino. Debemos golpear duro a la oficialidad japonesa y si es posible directamente contra el mismo Namura.
–Precisamente se la pasan en el Moonligth celebrando ficticias victorias.
–Eso traería represalias terribles contra la población–dijo asustado uno de los complotados.
–Esa misión está decidida por el secretariado conjunto. ¿Contamos contigo Marina?.
–Por supuesto–dijo inmediatamente la joven-
También debemos mantener la concentración en sacar a los pilotos prisioneros en el campo de prisioneros de la playa. Necesitamos esos oficiales para incorporarlos a la guerrilla–finalizó la doctora.
VI
Namura insistía siempre en que Madame Moonligth le cantara a los heridos japoneses en el Hospital. Ella siempre sé negó. Por eso ni siquiera sé lo creía a sí misma cuando acepto y fue llevada inmediatamente al hospital. Fue, cantó dos canciones japonesas, repartió unas rápidas sonrisas a los moribundos, lanzo un beso al aire y hasta agito una banderita japonesas. Lo que sí le hizo el efecto de un mazazo fue verlo dormido en una cama del tercer piso. Su corazón estalló. Era él, sin afeitar, más delgado, pero definitivamente era él. Temblando se le acerco al dormido hombre, no se atrevio a tocarlo. Pero el tiempo y la guerra lo habían hecho mas atractivo. Sus ojos humedecieron y huyo aterrada de