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Home » poemas de amor imposible » Madame Moonlight. Cap 1

Madame Moonlight. Cap 1

By admin  Posted on diciembre 13, 2010 In poemas de amor imposible Tagged Madame, Moonlight. 
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ahí.

                                                            VII

Dos días después; Fulvio veía la ventana en medio del calor otoñal de las dos de la tarde. Cavilaba que debía hacer para salir vivo de aquella hecatombe, como hombre inteligente, ni dudaba que Japón perdería  Pero sus cavilaciones se esfumaron como por arte de magia al ver entrar aquella miniatura que se dirigía hacia él. Precisamente a él. Entonces era verdad de los japoneses que decían que la propia diosa Matsuì los había venido a visitar. La joven se acerco y sé detuvo junto a su cabecera en perfecto silencio chino.
–Madona mía. Dios me ha traído al paraíso y yo ni cuenta me di– musitó asustado de ver aquella portentosa aparición–Debo arrepentirme por mis pecados.
La joven le sonrío enigmáticamente y con aquella voz de golondrina le dijo en Ingles.
–¿me entiende?. ¿Puedo comunicarme con usted?.– preguntó aquella aparición que a Fulvio se le antojo escapada de la tercera puerta del cielo.
–No no le entiendo. No sé hablar el idioma de los Ángeles–le contestó Fulvio, sintiéndose observado por aquella gata, que se le antojaba lo miraba tal cual una gata mira a su futura presa.–No se que he hecho o dejado de hacer para tener la dicha de comprobar que su belleza me cure inmediatamente–dijo el joven incorporándose en la cama para verla mejor.
–Dos días atrás vine a cantarle. Pero estaba dormido. No me pudo escuchar. Vine a completar mi misión.
–Deberá disculparme. Soy idiota de nacimiento. Le juro que no dormiré mas nunca esperando por su vuelta.
–Sus heridas. ¿Son graves?–le dijo la joven con un sincero dejo de preocupación.
–No es nada. Solo sé que tengo un muy querido hermano en la Fuerza aérea de USA.
–¿y por que?– le preguntaron aquellos negros ojos oblicuos que para nada pestañeaban y no dejaban de mirarlo fijamente.
–Pues por que me mandó aquí y me permite conocerla. Le debo un buen vino tinto, seguro que si dijo el hombre viendo arrobado aquella portentosa e inimaginable belleza.
La joven se inclino hacia él y sin dejar de verlo fijamente, sé acercó a su oido, envolviendo al hombre en una dulce fragancia de cerezas y duraznos y comenzó a cantarle en ingles una sencilla cansino china; era mas bien un poema que hablaba de una pobre campesina, enamorada de un apuesto príncipe feudal quien ni siquiera la miraba. Esa cruel indiferencia la mató de amor y en su agonía pidió ser enterrada en el camino por donde paseaba el joven príncipe, para que los geranios sembrados en su tumba le alegrasen la existencia al cruel e indiferente hombre. Al terminar de cantar la joven con una reverencia sé despidió, vengándose así de Fulvio, pues le clavó 10, 20, 30, 1000, 10000 flechas de Cupido, dejándolo en un cataléptico arrobo al ver aquel sinuoso caminar que se alejaba  de el..

                                                                    VIII

Minutos después el Mayor de los Barsaglieri Fulvio Gallipoli apartaba a manotazos a los médicos japoneses que le impedían salir del hospital, mientras en Japonés les preguntaba quien ò mejor dicho que era aquella aparición que en solo segundos lo curó y lo mandó directo a las puertas de la locura.

Imposible fue detenerlo. Fulvio Gallipoli salió a un nublado y caluroso Shanghai y sin precaución, sirviendo de blanco fácil camino buscando a la joven. Paró a un porteador. No tenia dinero. Ya vería como le pagaría, pero no dejaría de buscar a aquella muchacha ni que el propio Hirohito se lo impidiera.
A lo lejos vio la explosión. Vio volar por los aires los restos de un camión militar japonés. Después escucho el rítmico tabletear de las ametralladoras y vio los camiones militares japoneses llenos de soldados disparando a mansalva contra las casas.
Fulvio llegó al sitio de la explosión; Vio a los militares japoneses golpeando indiscriminadamente a la población civil y un poco más alejado vio al grupo de civiles arrodillados en fila. Un Oficial japonés disparaba a la cabeza de estos al azar. Vio a la ultima persona de la fila. Arrodillada junto a los demás miraba fijamente a la nada.
–Teniente–grito Fulvio en Japonés, interponiendose entre el teniente y la fila de gentes arrodilladas–Teniente. Gracias a Buda. Yo soy el agregado militar de Italia. Sé lo que pasó. Pero tengo un deber. Y se me ocurre que puede ayudarme.
El Teniente lo vio y los ojos se le convirtieron en dos rayas. Tomó su pistola y por un momento apuntó a Fulvio a la cara. Después controlándose le pregunto.
–¿que quiere hacer?.
–Quiero llevarme a todo este grupo. Necesito gente para limpiar mi casa y las letrinas de mi legación.
— Son parte de mis castigos– replicó  fríamente el japonés.
–¡oh vamos¡. Mis galones valen aquí. Yo también obedezco a Namura.
Quiero que les dé un castigo.
— harán mi limpieza con las manos — le dijo Fulvio. El otro entendió en el acto y sonrío levemente.
El otro  se mantuvo en la duda.. Finalmente asintió en silencio y ordeno a los civiles que subieran a un camión militar.
–¿Dónde queda su legación Italiana?.
–Pues… maneje… yo le diré–  dijo Fulvio montándose con esfuerzo en la cabina y pensando en la magnitud del lío en que se estaba metiendo. Miro con disimulo hacia atrás y efectivamente ahí estaba ella, sentada en silencio, junto a los demás en la caja del camión, custodiada ferozmente por dos soldados japoneses..
–¿Es en la zona reservada?– Sé atrevió a preguntar el sargento conductor.
–Pues claro… dirígete allá– declaró enfáticamente Fulvio, viendo a todos lados.
El pesado camión rodó por las desérticas calles  y entraron en la zona reservada. Eufemisticamente, pues no tenia nada de reservada e igualmente era blanco de la guerra en todas sus manifestaciones. Ya para esas alturas los retenes japoneses solo se colocaban de noche cuando la zona reservada era sellada automáticamente. La falta de soldados imponía esa necesidad y desproteccion ante los guerrilleros comunistas
–¡aquí¡. ¡Aquí es¡–dijo Fulvio, viendo una bombardeada y semidestruida mansión en una amplia intercepcion de avenidas.
–Pero… ¿cómo?.
–Fue que la bombardearon ayer. Por eso estoy vestido con bata de hospital–dijo Fulvio significativamente. El Sargento Japonés asintió a boca abierta viendo al otro y deteniendo violentamente el  pesado camión.
–¿necesita algo mas de mí?.
–No. Estaré bien.. Pero usted debe tener muchas cosas que hacer.. Váyase por favor.
El grupo fue introducido a empujones por los soldados japoneses y dejo a Fulvio con el grupo de personas.
–Es todo lo que puedo hacer por ustedes–dijo Fulvio en Ingles, a conciencia que la joven les traduciría. El grupo se inclina en el tradicional saludo chino y en silencio se fueron. Igualmente la joven se dispuso a marcharte pero Fulvio le dijo.
–Después que me devolvieras a la vida, estaba dispuesto a pelear con todo el ejercito japonés para tener el placer de volverte a ver–dijo el joven a manera de sarcasmo, pero siendo sincero desde el fondo de su alma.
–Gracias. Pero no deja de ser doloroso para mí que usted pertenezca a mis opresores–dijo la joven fascinada nuevamente por aquel hombre tan distinto a todos los que en su vida había visto. Y sin poder contenerse exclamo.–¡tienes los ojos color miel¡. Dijo con angustia la muchacha.
Para Fulvio la primera impresión en una mujer era importante y vio casi en éxtasis como la joven se quitó el moño, para soltar aquella cascada de pelo negro liso. No era de piel amarilla,  mas bien de un blanco nácar impresionante, pues no tenia ni una gota de maquillaje, ella eliminaba el concepto que enunciaba que las chinas tenían los ojos pequeños; Pues tampoco, poseía unos inmensos y enigmáticos ojos negros, era delgada, no podía atisbar su cuerpo en medio de aquella ancha camisa y pantalones  tradicionales y los pómulos eran salientes, típicos chinos y aquella boca simplemente estaba hecha para besarla, tan simple como eso. Por lo demás era serena y auto controlada. En definitiva la nueva chica mala en la vida de Fulvio; pensó este con el corazón palpitándole por aquella aparición.
–¿Cómo te llamas?. ¿Dónde vives?. ¿Por que se te ocurre aparecerte así tan de repente?–pregunto Fulvio dando un paso hacia la joven y haciendo que esta retrocediese en automativo otro– No me tengas miedo. Soy incapaz de hacete daño. No seré nunca tu enemigo. Ya te lo demostré.
La joven lo miro en silencio y a Fulvio se le agotaron las preguntas. En esos segundos y en medio de aquellas ruinas ambos expresaron su dominio sobre el otro,  lo entendieron y Fulvio se rindió incondicionalmente.
–Ya sé. Quieres que me rinda. Sea. La convención de Ginebra de prisioneros de guerra dice que me debes cuidar y mimar, pues estoy herido.. Profundamente herido en mi corazón– volvió a tratar de hacer chiste Fulvio, para una vez mas hablar sinceramente desde su  alma.
La joven se retiró con una reverencia  y Fulvio quedó solo en medio de las ruinas.. No intento seguirla, la conseguiría costase lo que costase. No quería asustarla. Sabia que las jóvenes chinas eran especialmente recelosas de los occidentales y que ellos para ellas eran mas que horrorosos.  Comenzó a reír alegremente con un sentimiento nuevo que disfrutaba a cada instante. Entendió, comprendió, analizo y vivió desde ese instante que estaba profundamente enamorado por primera vez en su vida…. 
—
Continuara…

Te doy las gracias precisamente a ti que me estas leyendo. Pues si llegasteis hasta aquí es por

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