codo
y hoy, ha libado la quina,
de su soberbia y su inquina,
mientras yo bebo Rioja
de esta tierra, sangre roja,
que brota con sacrificio
del buen arte, y buen oficio,
del que al trabajo se arroja.
Tras el barrizal, Cirueña,
con una urbanización,
vive en la especulación
del mal gusto, esclava y reina,
y es a mis ojos la peña
que carga, y sufre Sísifo,
por catar del fácil grifo
de un progreso equivocado,
que su paisaje, ha asolado,
con cemento, asfalto, y piso.
Dejo atrás esta locura
que enferma a quien la atraviesa,
sumergiéndome en la gruesa
siembra, que mi vista cura,
y como nada me apura,
del rectilíneo camino
hago mi ruta a destino,
bajo negros nubarrones
que vierten los lagrimones
de un cielo, triste y mohíno.
Tras un altozano asoma
un llano, que esta adornado,
por la torre y el tejado
de la iglesia, que es redoma,
para la fe del que toma
por santo deber poner
hospital donde atender
al cansado peregrino,
que agarrotado y cansino,
flaquea en su desfallecer.
Como es de mi conocida
la ciudad que el santo nombra,
soy apenas una sombra
que la atraviesa enseguida,
y hago de ella mi salida
por el puente que se arroja
sobre el cauce del río Oja,
que hoy se viene algo crecido
por la lluvia, que ha vertido,
el cielo de La Rioja.
Grañon, calma mi apetito
por las manos de Daniel,
que me ha servido un tonel
para dar gusto al garlito
mientras que a la muela irrito
masticando un buen bocado
que junto al vino, ha dejado,
mi cuerpo tan satisfecho,
que le impedía estar derecho,
y ha estado un rato sentado.
De Grañon a Redecilla
la distancia no se nota,
y con tres golpes de bota
hago mi entrada en la villa,
primer pueblo de Castilla
en mi ruta hacia Santiago
de la cual, hoy mi hogar hago,
y en el albergue me asilo,
a mi mochila, espabilo,
y me tumbo ha hacer el vago.
Como el pueblo son dos calles
y una de ellas carretera,
me paso la tarde entera
anotando mil detalles
para que de gozo estalles
cuando al leer mis escritos,
encuentres muy bien descritos
los sitios por donde paso,
y que si se pone al caso,
hasta se te hagan bonitos.
10ª etapa
Hoy he sido remolón,
y en la cama me he quedado
hasta que han abandonado
en hilado pelotón
los que viven mi canción
el albergue que ha brindado
cama a su cuerpo cansado,
y con ánimo dispuesto,
se han marchado pronto, y presto,
camino de Belorado.
Causa de la decisión
de quedarme retrasado
es, porque tengo pensado,
vivir hoy otra emoción
que me presta la ocasión
en la ruta Jacobea
de hacer, que salude y vea,
a mis queridos amigos
que hoy, han sido testigos,
de la amistad que los crea.
Como la de hoy es otra historia
ajena a lo que me lleva,
evito al papel que beba
de la pluma la memoria
de lo que viví en Viloria,
y privo de comentar
el día que vine a pasar
con amistad por bandera,
jornada tan placentera,
que no la habré de olvidar.
11ª etapa
Salgo en agua y viento envuelto
por la oscuridad tapado,
en busca de Belorado
muy bien dispuesto, y muy suelto,
con el ojo al suelo vuelto,
temiendo que la tormenta
se fije en mí, y haga cuenta,
de mi afán y mi desvelo,
y de mis huesos al suelo,
con el barro que alimenta.
Más que llover, se desploma,
de las nubes tal cascada,
que tiene la tierra ahogada
desde el llano hasta la loma,
y en mi voluntad asoma
la decisión de vencer,
etapa que viene a ser
por caminos anegados
y por el barro ganados,
un “el poder es querer”.
Viento, lluvia, barros, hoyos,
que el camino desdibujan
por las nubes que se estrujan
desbordando los arroyos,
son acicate y apoyos
en los cuales me sostengo,
pues en la inclemencia, vengo,
a reafirmar el empeño,
que me haga señor y dueño
de la lucha que mantengo.
Si el infierno esta montado
con piedras barros y lodo,
hoy que lo he catado todo,
se que el infierno he probado,
y como último bocado
por si me queda apetito
de postre, me ha puesto el hito,
con el cual hoy me alimento,
dándome un desbordamiento
con el que he quedado, ahíto.
Agés es el asidero
donde agarro acongojado
el cuerpo sucio y mojado
de un agotado viajero,
que ya manso, tras ser fiero,
busca con ansia ducharse,
una cama donde echarse,
un vino que le caliente,
un plato que le alimente,
y sin pensar; relajarse.
Como el interés encubre
la fatiga y el dolor,
tras recobrar el color
sin la mugre que le cubre,
mi curiosidad descubre
del pueblo, su intimidad,
que veo en su totalidad
hasta el último rincón,
disfrutando el remojón
que el cielo da sin piedad.
12ª etapa
Salgo presto bajo un cielo
que tras la juerga de ayer
parece que va a poner
en fastidiar menos celo,
y en un breve y corto vuelo,
Atapuerca me aparece
cuando la noche fenece,
y entre dos luces lo paso