el Modernismo como movimiento literario tuvo un impacto tremendo en los poetas filipinos.
La influencia del poeta mexicano Amado Nervo (“Era llena de gracia el Avemaría”/ quien la vio no la pudo jamás olvidar) se replica en la poesía que lleva el mismo título, Gratia Plena, de Jesús Balmori (1886-1948). Pero era la intención de Balmori superar, y no imitar, al poeta mexicano:
GRATIA PLENA (fragmento)
Ya de ti ni siquiera en sueños me acordaba,
Pero ante el blanco altar del Santo Sacramento
Te he visto comulgando. Cuando el cáliz se alzaba
¡Tu frente se doblaba como una flor al viento!
………………….
¡Gratia plena, mujer! Cuando acabó la misa
y pasaste ante mí con la frente inclinada,
sin que abriera la alba de tu mirada:
¡Yo caí de rodillas! Y de tu encanto en pos,
Ante mi Dios pequé, miserable de mí,
Porque hasta ahora no sé si me postré ante Dios
O me postré ante ti.
Balmori fue un escritor prolífico. A los 17 años, publicó su primer libro de versos, Rimas Malayas. Dedicó también su talento a las novelas; dos de ellas fueron publicadas: Bancarrota de Almas y Se deshojó la Flor. Escribía una columna diaria de versos satíricos bajo el título de “Vidas Manileñas” en el periódico La Vanguardia. Su colección de poesías Mi Casa de Nipa ganó el gran premio de poesía en el concurso literario nacional bajo los auspicios de la Mancomunidad de Filipinas en 1940, y fue publicado el año siguiente.
Manuel Bernabé (1890-1960), galardón de muchos premios de poesía, nació en Parañaque. Tiene dos colecciones de poesía, Cantos del trópico (1929) y Perfil de Cresta (1957). Fue constante competidor de Jesús Balmori en muchas justas poéticas, y fue miembro de la Academia Filipina. En los siguientes versos de su poesía La muerte de Don Quijote, Bernabé elabora poéticamente lo que D. Quijote pronunció antes de su muerte: “Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno” (II, LXXIV):
La Muerte De Don Quijote (fragmento)
–¡Loado sea Dios, que no me pierde
en la red de mis tristes aventuras:
si viví loco, he de morirme cuerdo!
¡Adios , locuras!
……….
No se puede vivir cazando estrellas,
Porque el vivir de antaño y el de hogaño,
Está tejido con las cosas bellas
Del desengaño.
Que yo a los hombres escarmiento sea:
Como la tierra mis funestos brotes;
Y se acabe de un soplo la ralea
De los quijotes….
……………….
Claro Mayo Recto (1890-1960), buen amigo de Bernabé y también miembro de la Academia Filipina, siendo su Director y Presidente por alguna temporada, nació en Tiaong (ahora provincia de Quézon) y murió en Roma cuando estaba por ver realizado su sueño de visitar España. Víctima de un ataque cardiaco, sus últimas palabras que reflejan su nacionalismo furibundo, fueron: “¡Qué terrible es morir lejos del terruño!”
Publicó un libro de versos titulado Bajo los cocoteros en 1911, y se estrenaron dos de sus obras teatrales, Solo entre las sombras y La ruta de Damasco. Fue un apasionante patriota, y escribió varios artículos periodísticos y ensayos contra la política norteamericana, el más leído y popular siendo “Monroismo Asiático”.
He aquí un ejemplar de su obra poética. En “Las Dalagas Filipinas”, su inspiración es viril, y expresa la belleza, el amor, la mujer filipina. Su estilo combina lo clásico y modernista, pero conserva siempre su personalidad de poeta—definitvamente filipina:
LAS DALAGAS FILIPINAS (fragmento)
Dalagas del terruñó, el poeta os saluda,
Coronado de flores, de ensueño y arrebol,
Y por los dioses lares y por el mismo Budha,
Os ofrenda estas rosas, novias todas del sol.
……………….
Caballera flotante cual selva enmarañada,
Que exhala dulcemente aromas de querer,
Ensoñación, delirio del alma, enamorada
De las carnes y besos de la amada mujer.
…………….
Talle gentil y esbelto como enhiesta palmera,
Donde alegres laboran las abejas su miel,
Con suave ritmo que los nervios exaspera,
Como si fuese espíritu de un viejo moscatel.
Todo un conjunto armónico y grato que envidiara
La ardiente castellana y la impasible “miss”,
La princesa que el cielo de Rusia cobijara
Y la dama que siente la fiebre de París.
Quien dice que no es bella la mujer filipina,
Que visite estas tierras de Burgos y Rizal,
Y verá que es más mística, más dulce y más divina,
La hija de los rajahs, la niña tropical.
En la obra poética de Emeterio Barcelón, notemos temas religiosos. La devoción a la Virgen María está bien clara en este poema:
Recuerdos de la Anunciación
Majestuosa gravedad
de los campos nazarenos.
Campos de misterio llenos
de casta serenidad,
Cedros y pinos figuran
unos centinelas graves
que algo misterioso auguran;
hasta el canto de las aves,
al saludar a la aurora,
no es la ordinaria, sonora
canción, que todo lo llena,
franca, abierta, juguetona,
sino mística y serena.
La naturaleza entona
religioso himno inaudito
con ecos de lo infinito.
Una poesía de honda espiritualidad inspirada por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Avila es esta bella poesía de Fernando de la Concepción:
DE LA HORA ANACORETA (fragmento)
Quiero aprender la lección
Del callar enamorado:
¡Señor, oye al corazón
Que sin voz te habla, extasiado!
Pues no hay tumulto que llegue
a tu Presencia distante,
Deja que al silencio entregue
Mi palabra disonante.
A tu amor, mi Dios, respondo
Y ansío tu pecho me abras.
Un amor te doy, ¡tan hondo!
Que no conoce palabras.
Por otro lado, la poesía de Cecilio Apóstol expresa imágenes, y en la siguiente poesía, casi se ve claramente, en su descripción poética, sus observaciones pintorescas del campo filipino:
PAISAJE FILIPINO
E1 sol en ebriedad suprema el suelo muerde,
Porque todo en la hora canicular concuerde,
ni un hálito de brisa cruza la extensa y verde
paz del campo, ni un ave en el azul se pierde.
Un mango aislado eleva su centenaria fronda
junto un punso enano de giba aguda y monda,
que las hormigas alzan para que en él esconda
el nuno vigilante que por las mieses ronda.
Lejos corre, seguida del crío, una potranca,
un carabao lustroso en un charco se estanca;
en su lomo una garza hace una nota blanca.
Un río desenrosca las eses de su tripa,
y asoma, allá donde su curva se disipa,
Ias manchas trapeciales de sus techos de nipa.
“Melancolía” es una bella poesía tomado del libro Emocionario: versos de la adolescenica (1929) de otro gran poeta, Francisco Zaragoza, que sirvió como director de la Academia Filipina (1985-90):
MELANCOLÍA
En las serenas aguas de los lagos
hay como una sutil melancolía:
nostalgia de pretéritos halagos,
de recuerdos…de amor…de lejanía…
Reflejan mis ensueños de otros días
como en mudos espejos delirantes;
la historia de mis ansias y alegrías,
…¡el fulgor de sus ojos inquietantes!
¡No sé qué oculta relación alienta
entre mi alma y el místico paisaje,
que su melancolía en mí fermenta
com un acto de extraño vasallate!
¡Cuántas veces las aguas adormidas,
en que el misterio señaló sus huellas,
retrataron unidas nuestras vidas
bajo el conjuro astral de las estrellas!
Flota en el aire un halo de tristeza
que comunica un íntimo mensaje.
El alma entera se arrodilla, y reza
la oración desgarrada del paisaje.
Desfilan ante mí, mudas, cansadas
las horas sin pasión y sin ternura,
vacías, como antorchas apagadas;
frías, como olvidad sepultura.
Al contemplar el panorama incierto,
que una inquietud de lobreguez reviste,
se dijera la cámara de un muerto
¡eternamente desolada y triste!
La paradoja que se encuentra en las poesías filipinas de la Edad de Oro es,
aunque se ha escrito mucho durante este período, el contenido poético refleja
un tono sombrío, triste. Casi todos los poetas de este momento histórico
lamentan la pérdida agonizante de la herencia española en estas islas, en particular, la lengua.
Enrique Fernández Lumba fue uno de los escritores en este periodo que
lamentaba la pérdida del español en Filipinas. Secretario de la Academia
Filipina hasta los 1970s, era un hombre prágmatico, y se metió con mucha
controversia entre los académicos cuando publicó un artículo sobre la lengua
española como una «reliquia» en Filipinas. Su estilo poético es intimista y
sentimental. En la siguiente poesía, expresa su tristeza por un amor
perdido, y aquí se nota claramente algún paralelismo simbólico de la